¿Ora usted cuando está alegre, cuando es feliz, cuando no tiene confusión ni desdicha? No, ora cuando aparece infelicidad, la molestia, el miedo, el desorden, y su oración es una súplica, una petición. Cuando somos desdichados deseamos que alguien nos ayude, que una entidad superior nos eche una mano; y ese proceso de súplica en sus diferentes formas es lo que se conoce como oración. ¿Y luego, qué sucede? Pedimos a quien sea, a un ángel, o a esa proyección nuestra a la que llamamos Dios. En el momento en que rogamos obtenemos algo, pero si ese algo es verdadero o no, es otro asunto. Deseamos que nuestra confusión, nuestra desdicha se resuelva; entonces sacamos las frases de siempre, recurrimos a nuestra devoción y a la constante repetición que por razones obvias hace que nuestra mente se tranquilice. Pero eso no es tranquilidad, la mente solo se encuentra atontada y somnolienta. En esa tranquilidad inducida, cuando se produce una súplica, aparece también una respuesta. Pero no es una respuesta que provenga de Dios; es una respuesta que proviene de nuestra propia proyección ornamental.
Krishnamurti´s Talks 1949.