Como sabemos, en la India existen ciertas personas llamadas sannyasis, que abandonan el mundo en busca de la verdad. Tienen dos taparrabos, uno se lo ponen y el otro lo dejan para el día siguiente. Un sannyasi, en su búsqueda de la verdad, había seguido a diversos maestros. En sus peregrinaciones supo de cierto rey que había alcanzado la iluminación, y que se dedicaba a transmitir su sabiduría. Así pues, el sannyasi fue a ver a dicho rey. Veamos el contraste entre el rey y el sannyasi:
El rey poseía todo, palacios, joyas, cortesanos y poder, mientras que el sannyasi solo contaba con dos taparrabos. El rey lo instruyó acerca de la verdad. Un día, mientras el rey le estaba enseñando, el palacio se incendió. El rey, con toda serenidad, continuó con sus enseñanzas, mientras el sannyasi, aquel hombre tan venerable, se inquietó terriblemente porque su otro taparrabos se estaba quemando.
Como vemos, todos nos encontramos en la situación del sannyasi. Tal vez no seamos posesivos en cuanto a vestidos, casas o amigos, pero existe en nosotros una oculta persecución de algún beneficio a la cual nos apegamos, a la que nos aferramos y que carcome nuestros corazones y nuestras mentes. Mientras exista ese veneno oculto, inexplorado, seguirá existiendo un continuo conflicto y sufrimiento.
Reports of Talks and Answers to Questions New York City 1935.
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