Cuenta la historia que Eêv Kai Hâv, el más
odiado y temido de los guerreros de todo el ancho mundo, sabiéndose
inigualable en ferocidad y destreza en el combate quiso ser el más
poderoso de todos los hombres. Por lo tanto buscó, indagó y viajó
demasiado hasta comprobar que sólo uno era más poderoso que él sobre la
tierra. Ese era Buda, así que
partió a buscarlo. No tardó mucho en hallarlo en su templo de la montaña. Allí entró sin previo aviso, rompiendo puertas y pasando sin miramientos sobre todo obstáculo que lo alejara de su contendiente; pero cuando estuvo frente a Buda no supo que hacer; aquel ser pequeño, escuálido, enjuto, no podía ser aquel hombre poderoso del que se hablaba tanto.
- Vienes a demostrar de qué eres capaz, ¿Cierto? - Preguntó Buda.
- Vengo a demostrar que soy más poderoso que todo, mucho más que tú, mucho más que cualquier fiera de la tierra, bajo ella; del mar o del cielo. - Respondió el otro, confundido aún pero firme.
- Bueno, dijo el primero. Ya que eso es lo que buscas te daré algo que te puede ayudar. Abajo, en la ribera del río existe una pequeña población de labriegos, hombres de paz, que ha sido asolada en los últimos días por un tigre hambriento. ¿Crees ser capaz de demostrar qué tan poderoso eres?...
El guerrero partió sin mediar más palabras, y unas horas después ya regresaba con la sangrante cabeza del animal en sus manos.
- Ahí tienes. ¿Necesitas, acaso, otra demostración de mi poder?.
- ¡Claro!. Dijo Buda. - No has demostrado nada hasta ahora. Devuelve, por favor, la vida a la criatura.
- No puedo… no es posible eso que me pides. Respondió el hombre, visiblemente afectado.
- Entonces no eres tan fuerte como crees serlo, no ves acaso que cuando se trata de quitar la vida, puede hacerlo cualquiera, con un poco de suerte o empeño; pero cuando el asunto es otorgarla… a muy pocos les es dado. Se requiere demasiado.
partió a buscarlo. No tardó mucho en hallarlo en su templo de la montaña. Allí entró sin previo aviso, rompiendo puertas y pasando sin miramientos sobre todo obstáculo que lo alejara de su contendiente; pero cuando estuvo frente a Buda no supo que hacer; aquel ser pequeño, escuálido, enjuto, no podía ser aquel hombre poderoso del que se hablaba tanto.
- Vienes a demostrar de qué eres capaz, ¿Cierto? - Preguntó Buda.
- Vengo a demostrar que soy más poderoso que todo, mucho más que tú, mucho más que cualquier fiera de la tierra, bajo ella; del mar o del cielo. - Respondió el otro, confundido aún pero firme.
- Bueno, dijo el primero. Ya que eso es lo que buscas te daré algo que te puede ayudar. Abajo, en la ribera del río existe una pequeña población de labriegos, hombres de paz, que ha sido asolada en los últimos días por un tigre hambriento. ¿Crees ser capaz de demostrar qué tan poderoso eres?...
El guerrero partió sin mediar más palabras, y unas horas después ya regresaba con la sangrante cabeza del animal en sus manos.
- Ahí tienes. ¿Necesitas, acaso, otra demostración de mi poder?.
- ¡Claro!. Dijo Buda. - No has demostrado nada hasta ahora. Devuelve, por favor, la vida a la criatura.
- No puedo… no es posible eso que me pides. Respondió el hombre, visiblemente afectado.
- Entonces no eres tan fuerte como crees serlo, no ves acaso que cuando se trata de quitar la vida, puede hacerlo cualquiera, con un poco de suerte o empeño; pero cuando el asunto es otorgarla… a muy pocos les es dado. Se requiere demasiado.
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