El peregrino Nasrudín se encontró un diamante al borde de la
carretera. Según la ley, el que encuentra algo sólo puede quedarse con
ello si anuncia su hallazgo, en tres ocasiones distintas, en el centro
de la plaza del mercado.
Como Nasrudín tenia una mentalidad demasiado religiosa como para hacer caso omiso de la ley, y además era demasiado codicioso como para correr el riesgo de tener que entregar lo que había encontrado, acudió durante tres noches consecutivas al centro del mercado de la plaza, cuando estaba seguro de que todo el mundo estaba durmiendo, y allí anunció con voz apagada:
«He encontrado un diamante en la carretera que conduce a la ciudad. Si alguien sabe quién es su dueño, que se ponga en contacto conmigo cuanto antes».
Naturalmente, nadie se enteró de las palabras del peregrino, excepto un hombre que, casualmente, se encontraba asomado a su ventana la tercera noche y oyó cómo el peregrino decía algo entre dientes. Cuando quiso averiguar de qué se trataba, Nasrudín le replicó:
«Aunque no estoy en absoluto obligado a decírtelo, te diré algo: como soy un hombre religioso, he acudido aquí esta noche a pronunciar ciertas palabras en cumplimiento de la ley.»
Propiamente, para ser malo no se necesita quebrantar la ley. Basta con cumplirla al pie de la letra.
Cuento sufí
Como Nasrudín tenia una mentalidad demasiado religiosa como para hacer caso omiso de la ley, y además era demasiado codicioso como para correr el riesgo de tener que entregar lo que había encontrado, acudió durante tres noches consecutivas al centro del mercado de la plaza, cuando estaba seguro de que todo el mundo estaba durmiendo, y allí anunció con voz apagada:
«He encontrado un diamante en la carretera que conduce a la ciudad. Si alguien sabe quién es su dueño, que se ponga en contacto conmigo cuanto antes».
Naturalmente, nadie se enteró de las palabras del peregrino, excepto un hombre que, casualmente, se encontraba asomado a su ventana la tercera noche y oyó cómo el peregrino decía algo entre dientes. Cuando quiso averiguar de qué se trataba, Nasrudín le replicó:
«Aunque no estoy en absoluto obligado a decírtelo, te diré algo: como soy un hombre religioso, he acudido aquí esta noche a pronunciar ciertas palabras en cumplimiento de la ley.»
Propiamente, para ser malo no se necesita quebrantar la ley. Basta con cumplirla al pie de la letra.
Cuento sufí
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