Cuentan que mientras un viajero iba por su camino, el Sol y el Viento
lo hicieron el blanco de una apuesta: habría vencido quien hubiese
logrado primero quitarle el abrigo.
Empezó el Viento a soplar furiosamente, empujando montañas de nubes y remolinos de polvo, pero el viajero apretaba fuerte el abrigo para que no le volase por los aires, agarrándose de él con todas sus fuerzas.
Cuando el Viento se cansó y perdió toda esperanza de vencer, entonces el Sol empezó a descubrir su hermoso rostro de oro, calentando la tierra con sus rayos encendidos.
Enseguida el viajero, resoplando por el excesivo calor y sudando hasta la médula, para no ahogarse de calor, se quitó el abrigo.
Tuvo pues la victoria el que había usado las buenas maneras, y no el otro que pretendía vencer con la violencia y la furia…
San Pedro Damián
Empezó el Viento a soplar furiosamente, empujando montañas de nubes y remolinos de polvo, pero el viajero apretaba fuerte el abrigo para que no le volase por los aires, agarrándose de él con todas sus fuerzas.
Cuando el Viento se cansó y perdió toda esperanza de vencer, entonces el Sol empezó a descubrir su hermoso rostro de oro, calentando la tierra con sus rayos encendidos.
Enseguida el viajero, resoplando por el excesivo calor y sudando hasta la médula, para no ahogarse de calor, se quitó el abrigo.
Tuvo pues la victoria el que había usado las buenas maneras, y no el otro que pretendía vencer con la violencia y la furia…
San Pedro Damián
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