Paseaba
a toda velocidad sin ninguna precaución, en su nuevo auto deportivo. De
repente, sintió un estruendoso golpe en la puerta, se detuvo y, al
bajarse, vio que un ladrillo había estropeado su lujoso auto. Vio a un
chiquillo y lo agarro por los brazos y empujándolo hacia su auto le
gritó: Es un auto nuevo y ese ladrillo que lanzaste va a costarte muy
caro. ¿Por qué hiciste eso? Lo siento mucho señor. "Le lance el ladrillo
porque nadie se detenía". "Es mi hermano, se descarriló su silla de
ruedas, se cayó al suelo y no puedo levantarlo". ¿Puede usted, por
favor, ayudarme a sentarlo en su silla? Está golpeado y pesa mucho para
mi sólito. El ejecutivo se tragó el grueso nudo que se le formó en su
garganta. Emocionado por lo que acababa de pasar, levantó al joven del
suelo, lo sentó nuevamente en su silla y sacó su pañuelo de seda para
limpiar un poco las cortaduras del hermano de aquel chiquillo tan
especial. Luego de verificar que se encontraba bien, miró al chiquillo, y
este le dio las gracias con una gran sonrisa indescriptible. "Dios lo
bendiga señor, y muchas gracias", le dijo. El hombre vio como se alejaba
el chiquillo empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su
hermano. El ejecutivo no reparo la puerta del auto, manteniendo la
hendidura que le hizo el ladrillazo, para recordarle que no debe ir por
la vida tan distraído y tan deprisa que alguien tenga que lanzarle un
ladrillo para que preste atención.
Los Evangelistas nos hablaron de un Jesús que usaba las parábolas para explicarnos la realidad del Reino de Dios. Espero que estos cuentos os puedan conducir al mismo destino.
lunes, 24 de marzo de 2014
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