Aunque pueda resultar paradójico, el Maestro insistía siempre en que el auténtico reformador no era otro sino el que era capaz de ver que todo está perfectamente tal como está... y dejarlo en paz.
"Entonces, ¿por qué iba a desear reformar nada?", le replicaron sus discípulos.
"Bueno, veréis... hay reformadores y reformadores. Unos dejan que la acción fluya a través de ellos, mientras ellos mismos no hacen nada; éstos son como los que cambian la forma y el curso de un río. Otros generan ellos mismos su propia actividad; éstos son como los que se esfuerzan por conseguir que el río sea más húmedo".