Hay un deseo común,
que es el cumplimiento de lo que se cree
que va a dar felicidad al yo, al ego.
Ese deseo es apego,
porque ponemos en él la seguridad,
la certeza de la felicidad.
Es el miedo
el que nos hace desear agarrar con las manos la felicidad,
y ella no se deja agarrar.
Ella es.
Esto sólo lo descubrimos observando,
bien despiertos,
viendo cuándo nos mueven los miedos
y cuándo nuestras motivaciones son reales.
Si nos aferramos a los deseos,
es señal de que hay apego.
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