Amor es pura gratitud,
y nosotros no ponemos condiciones.
Y si nos ponemos condiciones a nosotros mismos,
¿cómo no vamos a ponérselas a los demás?
Convertimos eso que llamamos amor
en un egoísmo refinado que utilizamos,
o para darnos placer,
o para evitar sensaciones desagradables,
sensaciones de culpabilidad,
o miedo al rechazo.
Para evitar esto,
comerciamos
con lo que llamamos amor.
Si somos capaces de ver esto
y de llamar a las cosas por su propio nombre,
ya vemos claro.
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