Para comprender, la mente debe profundizar, aunque debe saber cuándo estar pasivamente alerta. Sería tonto y desequilibrado profundizar sin el poder curativo y de recuperación que aporta la pasividad. Investigamos, analizamos, nos estudiamos a nosotros mismos, pero éste es un proceso que implica conflicto y dolor; en él no hay alegría porque juzgamos, justificamos o comparamos. No hay momentos de silenciosa consciencia, de pasividad sin elección. Esta consciencia de no elección, esta pasividad creativa es incluso más esencial que la observación de uno mismo y la investigación. Así como se cultivan los campos, se siembran, se cosechan y se les deja estar en barbecho, también nosotros debemos vivir las cuatro estaciones en un día: Si cultivamos, sembramos y cosechamos sin dejar descansar a la tierra, en poco tiempo se volverá improductiva. El período de barbecho es tan esencial como el labrado. Cuando la tierra está en barbecho, los vientos, las lluvias y el sol le proporcionan productividad creativa con lo cual se renueva a sí misma. De la misma forma, la mente y el corazón deben estar en silencio, alerta en la pasividad después de las tribulaciones, a fin de renovarse a sí mismos.
Authentic Report of Sixteen Talks given in 1945.
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