
Un niño con una amplia sonrisa le dijo: “Señor, quiero comprarle uno de
sus cachorritos”. El granjero, le respondió: estos cachorros son de
raza, y cuestan bastante dinero. He conseguido treinta y nueve centavos
¿es esto suficiente? Seguro, dijo el granjero, comenzando a silbar y a
gritar, “Dolly, ven aquí”. Dolly salió corriendo de su casilla y bajó la
rampa seguida de cuatro pequeñas bolas de piel. Los ojos del niño
danzaban de alegría. Entonces de la casilla salió, a hurtadillas, otra
pequeña bola, ésta era notablemente más pequeña. Se deslizó por la rampa
y comenzó a renguear en un infructuoso intento por alcanzar al resto.
El niño apretó su carita contra la cerca y gritó con fuerzas: ¡Yo quiero
a ése!, señalando al más pequeño. El granjero le dijo: "Hijo, tú no
quieres a este cachorrito. Él nunca podrá correr y jugar contigo de la
forma en que tú quisieras”. Al oír eso, el niño bajó la mano y
lentamente se subió el pantalón en una de sus piernas. Le mostró una
prótesis de doble abrazadero de acero a ambos lados de su pierna, que
iba hasta un zapato especial. Mirando al granjero, le dijo: “Como usted
verá, señor, yo tampoco corro tan bien que digamos, y él necesitará a
alguien que lo comprenda”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario