domingo, 22 de septiembre de 2013

EXPIAR EL MAL.

Popular chino.

Cierta vez, un joven acudió a tomar clases de un venerado Maestro.
El Maestro estaba casado en segundas nupcias con una hermosa muchacha mucho más joven que él, de la cuál el discípulo se prendó locamente.

La joven esposa tampoco fue inmune a este sentimiento, y el amor germinó entre ambos jóvenes hasta tal punto que el joven, tras asesinar al Maestro, se fugó con la esposa de éste.

 
Algún tiempo después, el remordimiento de lo que había hecho le impedía vivir feliz con la hermosa joven, y la abandonó a su suerte.
Profunda y sinceramente arrepentido, pensó en entregarse a las autoridades, pero éstas lo meterían en la cárcel o lo matarían, y ello no le haría sentirse mejor interiormente.

Así, pensando en cómo expiar su culpa, el joven discípulo llegó a un lugar donde las gentes que por allí vivían debían recorrer un difícil y peligroso camino de montaña, por el cual ya se habían despeñado algunos viajeros, la mayoría de los cuales habían hallado la muerte en el citado camino.
Pensando en cómo ayudar a la gente –para expiar el asesinato cometido-, creyó que si horadaba la montaña, evitaría más muertes de las personas que por allí transitaban, con lo que, quizás algún día expiase la muerte de su Maestro.
Decidido y sin decaer pese al enorme trabajo que se había fijado como meta, se puso a trabajar en ello.


Algunos años más tarde, el discípulo del asesinado Maestro, que ya no era precisamente un joven, había conseguido hacer un túnel que atravesaba la montaña casi en su totalidad, lo cual le hacía sentirse satisfecho consigo mismo, pues su gran voluntad al realizarlo iba a salvar muchas vidas. Estaba casi a punto de terminar su enorme obra, cuando apareció por allí el hijo del Maestro asesinado ya convertido en todo un hombre, el cual había pasado gran parte de su vida buscando al asesino de su padre, y supuesto raptor de su madre. Tras presentarse como el hijo del Maestro, le dijo:

— Vengo a terminar con tu vida cortándote la cabeza.
El hombre, que durante tantos años había estado trabajando en el túnel de la montaña asintió con un gesto, pues consideraba lógica la actitud del hijo de su Maestro, y dijo:
— Estoy de acuerdo contigo, pero permíteme antes de morir el poder terminar el túnel que comencé para las gentes de estos lugares.

Ante ello, el joven vengador indagó sobre lo que estaba haciendo el asesino de su padre, y tras comprender los beneficios de su trabajo, estuvo de acuerdo en esperar a que éste terminar.
Algún tiempo después, y tras haber horadado completamente el túnel, el asesino del Maestro bajó al pueblo en busca del joven, al cual dijo:
— He acabado mi trabajo, ya puedes cortarme la cabeza.

Pero entonces, el hijo del Maestro se quedó mirando a aquel anciano decrépito y movió negativamente la cabeza. Desde que lo viera trabajar en la montaña había estado pensando en que aquel hombre había pasado gran parte de su vida trabajando para sus semejantes a cambio de nada, solamente como expiación de su culpa. Además, los lugareños le habían dicho en varias ocasiones que no sólo demostraba una gran voluntad, sino que había tenido un comportamiento que sólo podía causar admiración.
Y entonces dijo:

— ¿Cómo podría hacer eso con mi propio Maestro?
El asesino redimido continuó viviendo, dedicado a hace el bien a las gentes, y el hijo del Maestro se convirtió en su discípulo.

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