Un anciano había caído gravemente enfermo. Y enseguida fue a verlo su párroco.
Apenas entró en la habitación del enfermo advirtió el señor cura una silla vacía. Estaba al lado de la cama como algo misterioso, como si estuviera ocupada por alguien invisible.
El cura le preguntó si le hacía algún servicio. El bueno hombre le contestó con una débil sonrisa:
Pienso que en ella está sentado Jesús. Estaba hablando con él. Hace años me era muy difícil pensar en la oración. Hasta que un amigo me descubrió que la oración consiste en hablar con Jesús. Así que ahora me imagino que es Jesús el que está sentado en la silla a mi lado. Le hablo, le escucho y pienso en lo que me dice. Desde entonces jamás se me ha hecho difícil orar.
Unos días después, se presentó en el despacho parroquial la hija del anciano para comunicarle que su padre había muerto. Le dijo:
Lo dejé solo un par de horas. Al volver a su habitación, lo encontré muerto con la cabeza apoyada en la silla vacía que tenía siempre al lado de su cama.
Apenas entró en la habitación del enfermo advirtió el señor cura una silla vacía. Estaba al lado de la cama como algo misterioso, como si estuviera ocupada por alguien invisible.
El cura le preguntó si le hacía algún servicio. El bueno hombre le contestó con una débil sonrisa:
Pienso que en ella está sentado Jesús. Estaba hablando con él. Hace años me era muy difícil pensar en la oración. Hasta que un amigo me descubrió que la oración consiste en hablar con Jesús. Así que ahora me imagino que es Jesús el que está sentado en la silla a mi lado. Le hablo, le escucho y pienso en lo que me dice. Desde entonces jamás se me ha hecho difícil orar.
Unos días después, se presentó en el despacho parroquial la hija del anciano para comunicarle que su padre había muerto. Le dijo:
Lo dejé solo un par de horas. Al volver a su habitación, lo encontré muerto con la cabeza apoyada en la silla vacía que tenía siempre al lado de su cama.
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