Aunque hable todas las lenguas humanas y angélicas,
si no tengo amor,
soy un metal estridente
o un platillo estruendoso.
Aunque posea el don de la profecía
y conozca los misterios todos
y la ciencia entera,
aunque tenga una fe
como para mover montañas,
si no tengo amor;
no soy nada. (1 Cor 13,1-2).