El otro es inocente,
aunque en algún momento
haya reaccionado ofuscadamente,
como un loco.
Pero lo importante es
que él no está capacitado para ofenderte,
ni con palabras,
ni con actitudes,
ni con gestos.
Es tu inseguridad
la que se sintió atacada
e hizo que tus mecanismos de defensa
se pusieran en guardia.
Recompón la situación
y verás que es así.
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