miércoles, 17 de febrero de 2016

AFIRMACIÓN.


Una mujer, que se hallaba muy afligida por la muerte de su hijo, acudió al Maestro en busca de consuelo.

Él la escuchó pacientemente mientras ella se desahogaba contando su historia de infortunio.

Cuando la mujer acabó de hablar, el Maestro dijo delicadamente: "Yo no puedo eliminar tus lágrimas, querida. Lo único que puedo hacer es enseñarte a santificarlas".

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