lunes, 15 de febrero de 2016

VACÍO.


En ocasiones, los ruidosos visitantes ocasionaban un verdadero alboroto que acababa con el silencio del monasterio.

Aquello molestaba bastante a los discípulos; no así al Maestro, que parecía estar tan contento con el ruido como con el silencio.

Un día, ante las protestas de los discípulos, les dijo: "El silencio no es la ausencia de sonido, sino la ausencia de ego".

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