Rev. Comunidades Cristianas (1976).
....Y tocaron las trompetas y Dios dijo: "Se acabó". Y toda la gente que aún vivía se dio cuenta de que era el fin.
...Y se pusieron todos a la cola, en la puerta de la otra vida, arreglándose el vestido, peinándose un poco y frotando los zapatos con disimulo porque era la hora del juicio y había que estar presentables.
Así que apareción San Pedro por la puerta leyendo a gritos su recado:
"Por orden... que manda... que pasen los pobres... los presos... los que tienen hambre...". Y seguían su cantinela hasta que terminó con un sonoro "y todos los oprimidooooos".
Una macabra caravana se fue formando, y, sin más trámite, entró en el cielo.
La fila quedó entonces mucho más vistosa. Todo lo sucio, lo feo, lo roto, lo desastrado había desaparecido, y los que quedaban se miraron sonrientes. Ahora vamos nosotros -pensaban todos-.
San Pedro, que había entrado a acompañar a los primeros, volvió a salir y, con cara de funcionario de ministerio, dijo: "Completo, ya no caben más".
Se organizó un revuelo tremendo. ¡Cómo que no cabemos! ¡Ahí hay sitio para todos! ¡Estás loco, déjanos pasar...!
Asustado con la revuelta, San Pedro le gritó al ayudante: "Corre, dile al Jefe que salga"... Y, al momento, vino Dios a la puerta y todos se callaron porque le tenían muchísimo respeto.
-¿Qué pasa aquí? ¿A qué viene este griterío?
-Nada, Jefe, que les he dicho que está completo y se han puesto furiosos.
-Por mis barbas, Pedro, que eres la monda... ¿Quién ha dicho que está completo? Te he dicho que ya están todos, que no es lo mismo...
Pedro puso cara de "¡jolines!" a Éste no hay quien lo entienda", pero se calló, y Dios siguió diciendo:
-... Ya están todos los que entraron por derecho propio -eso os lo dije ya hace muchos siglos-. Ahora, los que quedan, iréis pasando de uno en uno por esa mesa. En ella se sentará un representante de cada una de las pobrezas que hubo en la tierra, y juntos formarán un jurado. A ellos tendréis que demostrarles que, en la vida, fuisteis sus hermanos y, si ellos os reconocen como tales, iréis pasando. El cielo es para toda la familia... ¡Suerte! Yo os espero dentro, que ya ha empezado la fiesta.
....Y tocaron las trompetas y Dios dijo: "Se acabó". Y toda la gente que aún vivía se dio cuenta de que era el fin.
...Y se pusieron todos a la cola, en la puerta de la otra vida, arreglándose el vestido, peinándose un poco y frotando los zapatos con disimulo porque era la hora del juicio y había que estar presentables.
Así que apareción San Pedro por la puerta leyendo a gritos su recado:
"Por orden... que manda... que pasen los pobres... los presos... los que tienen hambre...". Y seguían su cantinela hasta que terminó con un sonoro "y todos los oprimidooooos".
Una macabra caravana se fue formando, y, sin más trámite, entró en el cielo.
La fila quedó entonces mucho más vistosa. Todo lo sucio, lo feo, lo roto, lo desastrado había desaparecido, y los que quedaban se miraron sonrientes. Ahora vamos nosotros -pensaban todos-.
San Pedro, que había entrado a acompañar a los primeros, volvió a salir y, con cara de funcionario de ministerio, dijo: "Completo, ya no caben más".
Se organizó un revuelo tremendo. ¡Cómo que no cabemos! ¡Ahí hay sitio para todos! ¡Estás loco, déjanos pasar...!
Asustado con la revuelta, San Pedro le gritó al ayudante: "Corre, dile al Jefe que salga"... Y, al momento, vino Dios a la puerta y todos se callaron porque le tenían muchísimo respeto.
-¿Qué pasa aquí? ¿A qué viene este griterío?
-Nada, Jefe, que les he dicho que está completo y se han puesto furiosos.
-Por mis barbas, Pedro, que eres la monda... ¿Quién ha dicho que está completo? Te he dicho que ya están todos, que no es lo mismo...
Pedro puso cara de "¡jolines!" a Éste no hay quien lo entienda", pero se calló, y Dios siguió diciendo:
-... Ya están todos los que entraron por derecho propio -eso os lo dije ya hace muchos siglos-. Ahora, los que quedan, iréis pasando de uno en uno por esa mesa. En ella se sentará un representante de cada una de las pobrezas que hubo en la tierra, y juntos formarán un jurado. A ellos tendréis que demostrarles que, en la vida, fuisteis sus hermanos y, si ellos os reconocen como tales, iréis pasando. El cielo es para toda la familia... ¡Suerte! Yo os espero dentro, que ya ha empezado la fiesta.
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