CUENTO DE BURUNDI.
Cuando el 13º hijo vino al mundo (los otros 23 ya habían muerto), Papá y
Mamá Mocambi se miraron el uno al otro estupefactos. En efecto, no era
un niño como los otros. Era un Cántaro.
¿Qué hacer? No podía ser otra
cosa más que un cataclismo, aquel utensilio, aquel hijo.
Decidieron marcharse todos, padre, madre, abuelos, domésticos;
abandonaron la casa, dejando dentro a aquel monstruo indeseado. Pero el
Cántaro, pobrecito, los seguía rodando y gritaba:
— ¡Papá y mamá del Cántaro, esperad a vuestro Cántaro!
Cuanto más gritaba, más corrían los otros, hasta que una ráfaga de
viento agarró al Cántaro transportándolo al corazón de la floresta.
La familia creyéndose liberada para siempre de aquella pesadilla, pidió asilo al príncipe de la región.
Ahora bien, sucedió que muchos años después, el príncipe pasó
precisamente por aquella floresta y descubrió entre las zarzas al
Cántaro abandonado.
— ¡Qué bello es! –exclamó, y lo hizo llevar al palacio para adornar el salón de entrada.
Sucedió entonces un hecho extraño.
Cada vez que el Cántaro quedaba solo aparecía de repente una graciosa
niña, que enseguida se preparaba para barrer, quitar el polvo y poner
en orden el palacio. De manera que los siervos encontraban ya el trabajo
hecho.
La cosa fue descubierta por el Príncipe que, sin decirlo, se enamoró inmediatamente de una criatura tan rara y preciosa.
— ¡Sal del reino de los muertos y entra en el de los vivos! –le dijo;
después la hizo sentarse en el trono junto a sí, para que fuese su
esposa.
También la familia Mocambi fue llamada a rendirle honor.
Pero ella, volviendo de nuevo a esconderse en su Cántaro, empezó a gritar:
— ¡Papá y Mamá del Cántaro, esperad a vuestra hija!
Después, saliendo fuera añadió:
— Nunca volváis a abandonar a un hijo vuestro: es un ser humano que
tiene que ser tratado como los otros. ¡Aquel que a vosotros os parece un
Cántaro, puede contener dentro una Reina.
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