jueves, 2 de enero de 2014

EL OJO DEL LEÑADOR.

Un leñador no lograba encontrar su hacha preferida. Había revuelto toda la casa, registrado todos los rincones. No había nada que hacer. El hacha había desaparecido.
   
Empezó a pensar que alguien se la había robado. Preso de estos pensamientos, se asomó a la ventana. Precisamente en aquel momento estaba pasando por delante el hijo de su vecino.

— ¡Tiene toda la pinta de haber robado un hacha! –pensó el leñador-. ¡Tiene ojos de ladrón de hachas…! ¡E, incluso, el andar de un ladrón de hachas!
   
El leñador iba alimentando todos estos pensamientos día y noche.
 
  
Pocos días más tarde el leñador encontró su hacha debajo de un banco donde él la había dejado un día a la vuelta del trabajo. Feliz por haberla encontrado, se asomó por la ventana.
  
Justo en aquel momento pasaba el hijo de su vecino.
   
— No tiene pinta de ladrón de hachas –pensó el leñador-. Al contrario tiene ojos de buen chico, e ¡incluso su andar es de una buena persona!

Bruno Ferrero

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