lunes, 6 de enero de 2014

LECHE Y SANGRE.

Un Maestro de la Sabiduría se detuvo una vez en una ciudad oprimida por un gobierno despótico y rapaz. Con gusto aceptó ser hospedado por un modesto carpintero, que para acoger al Maestro extendió ante él la alfombra de su corazón.
Como el gobernador había oído que un hombre de Dios visitaba su ciudad, también él quiso hospedarlo en su palacio. Por eso mandó a un mensajero a transmitirle la invitación, pero el Maestro le mandó decir que prefería el hospedaje de su humilde amigo el carpintero y que no se sentaría a la mesa del gobernador.
“Esto es inaceptable”, pensó el gobernador, dirigiéndose irritado hacia la casa del carpintero. “¿Se puede saber qué cosa te impide comer lo que yo te ofrezco”, preguntó con hastío al Maestro.
“Si verdaderamente quieres saberlo –respondió el Maestro- trae aquí el alimento que me hubieras ofrecido en tu palacio”.
Aunque sorprendido por aquel deseo tan singular, el gobernador consintió, y le fue presentada al Maestro de Sabiduría una bandeja de plata llena de alimentos exquisitos, traída del palacio del gobernador.
Entonces, éste se dirigió al humilde carpintero pidiéndole que también trajera su alimento, que resultó ser dos rebanadas de pan seco.


Entonces el Maestro tomó con una mano un pan de la bandeja del gobernador, y con la otra una rebanada del carpintero. Y teniendo así un pan en cada mano, apretó a ambos en el puño. Con gran estupor de los presentes, del pan del obrero salió un chorro de leche, y de aquel del gobernador un chorro de sangre.
“Ahora sabes –dijo el Maestro de la Sabiduría dirigiéndose al gobernador- por qué no podía probar tu alimento. Está hecho con la sangre del pobre. Mientras que del trabajo honesto del humilde obrero sale el dulce flujo de la leche”.
Baba Bedi

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