El tema de la conversación del Maestro era la Vida.
Un día hablaba de cómo había conocido a un piloto que, durante la segunda Guerra Mundial, se dedicaba al transporte de trabajadores de China a Birmania para que trabajaran en la construcción de carreteras en la selva. El vuelo era tan largo y tan pesado que los trabajadores solían matar el tiempo jugando. Pero, como no tenían dinero con el que jugar, se jugaban la vida: ¡el que perdía tenía que saltar del avión sin paracaídas!
"¡Es terrible!", dijeron los discípulos horrorizados.
"Cierto", replicó el Maestro, "pero ello hacía que el juego fuera emocionante".
Más tarde, aquel mismo día, dijo: "Nunca se vive tan plenamente como cuando uno se juega la vida".
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