El desconsolado agente de bolsa, que había perdido una fortuna, acudió al monasterio en busca de paz interior. Pero estaba demasiado turbado para meditar.
Una vez que aquel hombre se hubo ido, el Maestro, a modo de indirecta, dijo una sola frase: "Los que duermen en el suelo nunca se caen de la cama".
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