El Maestro acogía favorablemente los avances de la tecnología, pero era profundamente consciente de sus limitaciones.
Cuando un industrial le preguntó en qué se ocupaba, le respondió: "Me dedico a la industria de las personas".
"¿Y qué demonios es eso?, si puede saberse", dijo el industrial.
"Fijémonos en tu caso", respondió el Maestro. "Tus esfuerzos producen mejores cosas; los míos mejores personas".
Más tarde le decía a sus discípulos: "El objeto de la vida es lograr el esplendor de las personas, pero hoy día la gente parece estar especialmente interesada por el perfeccionamiento de las cosas".
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