En la cárcel real,
es el guardián el que tiene la llave.
Pero, en la cárcel psicológica,
en la que estamos metidos por nuestra programación,
el prisionero tiene la llave:
lo malo es que no se da cuenta.
Si ves esto claro,
irremediablemente vas a salir
de tus prisiones psicológicas
y a cambiar para llamar a las cosas,
personas y situaciones por su nombre.
Va a ser difícil.
Pero más difícil es vivir a ciegas.
Jesús insiste: vivir la vida bien despiertos,
sin perderse nada.