Carta del niño Jesús
Nos acercamos de nuevo a la fecha en que se celebra mi nacimiento. El año pasado hicieron grandes fiestas en mi honor y me da la impresión de que este año ocurrirá lo mismo. Llevan meses haciendo compras y todos los días se multiplican los anuncios y avisos sobre lo poco que falta.
Es agradable saber que, por lo menos una vez al año, piensan en mí. Pero da la impresión de que la mayoría de la gente apenas sabe por qué motivo celebra mi cumpleaños. Me gusta que las familias se reúnan y lo pasen bien y me alegra en especial que los niños se diviertan; pero aún así, creo que la 'mayor parte no sabe bien de qué se trata. ¿No os parece?
Así sucedió el año pasado. Al llegar el día de Navidad, hicieron grandes fiestas, pero ¿puedes creer que ni siquiera me invitaron? ¡Yo era el invitado de honor!
¡Pues, se olvidaron por completo de mí! Desde mi cueva de Belén me sentí solitario y triste. Lo que más me asombra de cómo celebra la mayoría de la gente la Navidad, es que en vez de hacerme regalos, ¡se obsequian cosas unos a otros! Y para colmo, ¡casi siempre son objetos que ni siquiera les hacen falta!
Os voy a hacer una pregunta:
¿A ti no te parecería extraño que al llegar tu cumpleaños todos tus amigos decidieran celebrarlo haciéndose regalos unos a otros y no te dieran nada a ti? Pues eso es lo que me pasa a mi. Una vez alguien me dijo: "Es que tú no eres como los demás, a ti no se te ve nunca; ¿cómo es que te vamos a hacer regalos?".
Ya te imaginarás lo que le respondí: "Pues regala cosas a los pobres, ayuda a quienes lo necesiten, visita a los huérfanos, enfermos, ancianos… Escucha bien: todo lo que regales a tus semejantes para aliviar su necesidad, me lo regalas a mí". (Mt. 25,34-40).
En Navidad me agradaría mucho más nacer en el corazón de mis amigos y que me permitieran morar en él para ayudarles cada día, en todas sus dificultades, para que puedan palpar el gran amor que siento por todos; porque no sé si tienes presente, pero alrededor de dos mil años entregué mi vida para salvarte de la muerte y mostrarte el gran amor que te tengo. Por eso, lo que pido, es que me dejes entrar en tu corazón. "Mira, estoy llamando a la puerta, si alguien oye mi voz y la abre, entraré en su casa y cenaremos juntos". Confía en mí, abandónate en mí. Este será el mejor regalo que me puedas dar en mi cumpleaños.
Gracias, de tu amigo Jesús.
Nos acercamos de nuevo a la fecha en que se celebra mi nacimiento. El año pasado hicieron grandes fiestas en mi honor y me da la impresión de que este año ocurrirá lo mismo. Llevan meses haciendo compras y todos los días se multiplican los anuncios y avisos sobre lo poco que falta.
Es agradable saber que, por lo menos una vez al año, piensan en mí. Pero da la impresión de que la mayoría de la gente apenas sabe por qué motivo celebra mi cumpleaños. Me gusta que las familias se reúnan y lo pasen bien y me alegra en especial que los niños se diviertan; pero aún así, creo que la 'mayor parte no sabe bien de qué se trata. ¿No os parece?
Así sucedió el año pasado. Al llegar el día de Navidad, hicieron grandes fiestas, pero ¿puedes creer que ni siquiera me invitaron? ¡Yo era el invitado de honor!
¡Pues, se olvidaron por completo de mí! Desde mi cueva de Belén me sentí solitario y triste. Lo que más me asombra de cómo celebra la mayoría de la gente la Navidad, es que en vez de hacerme regalos, ¡se obsequian cosas unos a otros! Y para colmo, ¡casi siempre son objetos que ni siquiera les hacen falta!
Os voy a hacer una pregunta:
¿A ti no te parecería extraño que al llegar tu cumpleaños todos tus amigos decidieran celebrarlo haciéndose regalos unos a otros y no te dieran nada a ti? Pues eso es lo que me pasa a mi. Una vez alguien me dijo: "Es que tú no eres como los demás, a ti no se te ve nunca; ¿cómo es que te vamos a hacer regalos?".
Ya te imaginarás lo que le respondí: "Pues regala cosas a los pobres, ayuda a quienes lo necesiten, visita a los huérfanos, enfermos, ancianos… Escucha bien: todo lo que regales a tus semejantes para aliviar su necesidad, me lo regalas a mí". (Mt. 25,34-40).
En Navidad me agradaría mucho más nacer en el corazón de mis amigos y que me permitieran morar en él para ayudarles cada día, en todas sus dificultades, para que puedan palpar el gran amor que siento por todos; porque no sé si tienes presente, pero alrededor de dos mil años entregué mi vida para salvarte de la muerte y mostrarte el gran amor que te tengo. Por eso, lo que pido, es que me dejes entrar en tu corazón. "Mira, estoy llamando a la puerta, si alguien oye mi voz y la abre, entraré en su casa y cenaremos juntos". Confía en mí, abandónate en mí. Este será el mejor regalo que me puedas dar en mi cumpleaños.
Gracias, de tu amigo Jesús.
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