lunes, 30 de diciembre de 2013

LA FOGATA DE LOS PASTORES.

En los campos, ante los portales de Belén brillaba una fogata. A su alrededor se juntaron los pastores para calentarse, porque era invierno y las noches frías. A su alrededor sus ovejas descansaban pacíficamente. Sólo los perros vagaban sin cesar vigilando el rebaño.
- «Qué bonito sería si no hubiera lobos que amenazaran a los rebaños», exclamó Samuel, el joven pastor con un suspiro.
Pero Jacobo movió la cabeza negando y contestó:
- «¡Deja de soñar!, mientras haya ovejas habrá lobos que las desgarren». 
Entonces el viejo Elías levantó la cabeza blanca, miró a los dos con sus ojos claros y dijo misteriosamente:
- «Quién sabe. He oído una profecía de que algún día los lobos van a estar tranquilamente junto con las ovejas».
- «¿Cuándo será eso? preguntó rápidamente Samuel.
El anciano movió pensativamente la cabeza.
- «En el libro dice que un día nacerá el Hijo de Dios como hombre. Entonces toda la enemistad en la Tierra se acabará y va a reinar la paz entre los hombre y los animales. Pero ¿cuándo llegará ese día?, nadie lo sabe.»
Los pastores se quedaron pensando mirando el fuego. De repente escucharon un canto tan maravilloso y dulce, que les llegó al corazón. Cuando se volvieron, vieron pasar a un hombre viejo, y una mujer joven abrigada con un manto azul, seguidos por un pequeño burrito. La mujer venía cantando para el Niño que llevaba bajo el corazón, y una paz luminosa se extendió dentro del corazón de los que los escuchaban.
Los pastores los siguieron con los ojos mucho tiempo, hasta perderlos de vista. Cuando retornaron nuevamente al fuego, se dieron cuenta de que también las ovejas habían dirigido las cabezas hacia Belén, y hasta los perros se habían quedado quietos, sólo con las orejas estiradas.
De repente, Samuel estiró la mano cautelosamente hacia el rebaño y dijo en voz baja:
- «¡Mirad allá ! No es ninguno de nuestros perros, ¡es un lobo!».
Los demás pastores siguieron su indicación con la mirada y movieron la cabeza afirmativamente. No cabía duda, el lobo estaba junto con las ovejas: igual que ellas, maravillado por el canto, estaba parado mirando hacia Belén.
La cara del anciano Elías comenzó a relucir:
- «Creíamos que el milagro del que hablábamos antes iba a realizarse en un futuro lejano y ahora parece estar muy cerca. El Hijo de Dios viene al mundo. Infalible es la señal: pacíficamente el lobo está con los borregos».
Samuel se dirigió al anciano:
- «¿Cree usted que la joven mujer que ha cantado tan bellamente era la Madre del Niño Jesús?
- «Por supuesto que lo creo, afirmó Elías, «Ella debe ser la Madre de Jesús».
Y en esto el viejo pastor tenía mucha razón.

Georg Dreissig.

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