En
los campos, ante los portales de Belén brillaba una fogata. A su
alrededor se juntaron los pastores para calentarse, porque era invierno y
las noches frías. A su alrededor sus ovejas descansaban pacíficamente.
Sólo los perros vagaban sin cesar vigilando el rebaño.
- «Qué bonito sería si no hubiera lobos que amenazaran a los rebaños», exclamó Samuel, el joven pastor con un suspiro.
Pero Jacobo movió la cabeza negando y contestó:
- «¡Deja de soñar!, mientras haya ovejas habrá lobos que las desgarren».
Entonces el viejo Elías levantó la cabeza blanca, miró a los dos con sus ojos claros y dijo misteriosamente:
- «Quién sabe. He oído una profecía de que algún día los lobos van a estar tranquilamente junto con las ovejas».
- «¿Cuándo será eso? preguntó rápidamente Samuel.
El anciano movió pensativamente la cabeza.
- «En el libro dice que un día nacerá el Hijo de Dios como hombre. Entonces toda la enemistad en la Tierra se acabará y va a reinar la paz entre los hombre y los animales. Pero ¿cuándo llegará ese día?, nadie lo sabe.»
Los
pastores se quedaron pensando mirando el fuego. De repente escucharon
un canto tan maravilloso y dulce, que les llegó al corazón. Cuando se
volvieron, vieron pasar a un hombre viejo, y una mujer joven abrigada
con un manto azul, seguidos por un pequeño burrito. La mujer venía
cantando para el Niño que llevaba bajo el corazón, y una paz luminosa se
extendió dentro del corazón de los que los escuchaban.
Los
pastores los siguieron con los ojos mucho tiempo, hasta perderlos de
vista. Cuando retornaron nuevamente al fuego, se dieron cuenta de que
también las ovejas habían dirigido las cabezas hacia Belén, y hasta los
perros se habían quedado quietos, sólo con las orejas estiradas.
De repente, Samuel estiró la mano cautelosamente hacia el rebaño y dijo en voz baja:
- «¡Mirad allá ! No es ninguno de nuestros perros, ¡es un lobo!».
Los
demás pastores siguieron su indicación con la mirada y movieron la
cabeza afirmativamente. No cabía duda, el lobo estaba junto con las
ovejas: igual que ellas, maravillado por el canto, estaba parado mirando
hacia Belén.
La cara del anciano Elías comenzó a relucir:
-
«Creíamos que el milagro del que hablábamos antes iba a realizarse en
un futuro lejano y ahora parece estar muy cerca. El Hijo de Dios viene
al mundo. Infalible es la señal: pacíficamente el lobo está con los
borregos».
Samuel se dirigió al anciano:
- «¿Cree usted que la joven mujer que ha cantado tan bellamente era la Madre del Niño Jesús?
- «Por supuesto que lo creo, afirmó Elías, «Ella debe ser la Madre de Jesús».
Y en esto el viejo pastor tenía mucha razón.Georg Dreissig.
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