Cuentan que hace muchos años vivía un
califa avaro y cruel que sentía verdadera pasión por las apuestas. Se
decía que sólo apostaba cuando tenía la certeza absoluta que iba a
ganar. Y para ello imponía las condiciones de la apuesta para asegurarse
que siempre la victoria.
Una mañana, al salir a uno de los patios, vió una enorme pila de ladrillos. Al instante gritó: “¿Quien quiere apostar conmigo?”. Niguna de las personas que estaban en el patio respondió dado que conocían sus temibles condiciones a la hora de apostar.
El califa enfadado por el silencio de las personas ante su ofrecimiento, volvió a decir: ”
Apuesto a que nadie es capaz de transportar esta pila de ladrillos con
sus manos de un lado al otro del patio antes de que el sol se ponga”.
Un joven albañil que se encontraba ahí, le preguntó :”¿Cuál sería la apuesta?”
“Diez tinajas de oro si lo consigues”, le respondió el califa.
“¿ Y si no lo consigo?”, le preguntó el joven albañil.
“Entonces te cortaré la cabeza”, le contestó el califa.
El joven albañil, tras dudar unos minutos, le contestó: “Acepto
la apuesta con una condición:podrás detener el juego en cualquier
momento y, si lo haces, sólo me darás una tinaja de oro”.
El califa, sorprendido por la condición
impuesta por el joven y tras meditarlo para tratar de encontrar donde
estaba la trampa, aceptó la condición solicitada por el joven albañil. Y
la apuesta empezó.
El joven empezó a transportar los
ladrillos con sus manos y tras una hora de trabajo, sólo había
transportado una pequeñísima parte de los ladrillos.Y sin embargo,
sonreía.
“¿Por qué sonries?”, le preguntó el califa. “Está claro que vas a perder la apuesta. Nunca lo conseguirás”.
” Te equivocas”, le contestó el joven albañil.“Estoy seguro de que voy a ganar”
“¿Cómo es eso posible?”, le preguntó el califa sorprendido.
“Porque te has olvidado de algo muy sencillo y por eso sonrio”, contestó el joven albañil y siguió transportando los ladrillos.
Ante esa respuesta, el califa empezó a
inquietarse. ¿se habría olvidado de algo? la condición parecía sencilla y
era imposible poder transportar los ladrillos en el día. Harían falta
varios hombres más.
Al cabo de varias horas, el califa le
volvió a preguntar al joven albañil si seguía convencido de ganar. La
respuesta fue la misma acompañado de una gran sonrisa.
El califa se sentía cada vez más agitado.
¿Cómo era posible que fuese a ganar?. Empezó a sudar ante la
posibilidad de perder la apuesta y 10 tinajas de oro. Consultó con
varios matemáticos, astrólogos y todos le dieron la misma respuesta: es
imposible que un sólo hombre pueda cumplir la apuesta.
A medida que iba pasando el día, el
califa se sentía cada vez más turbado, pese a que la pila de ladrillos
estaba casi entera. Estaba claro que no iba a ganar la apuesta, entonces
¿por qué sonreía?.
” ¿Por qué sonries?“, le preguntó nuevamente el califa cuando quedaba ya unas pocas horas para que se escondiese el sol.
El joven albañil, pese al cansancio, le respondió: “Sonrio porque voy a ganar un tesoro”
“Eso es imposible”, le dijo el califa. “El sol está en la segunda mitad del cielo y la pila de ladrillos es muy alta todavía”.
“Has olvidado algo muy sencillo”, le contestó nuevamente el joven albañil.
“¿Qué me he olvidado?, le preguntó el califa consumido por la posibilidad de perder.
“¿Quieres detener el juego, entonces?”, le contestó el joven. “Eso significará que habré ganado la apuesta y habrás perdido una tinaja de oro”.
“¡Sí, si!, ¡díme qué me he olvidado!. ¿Es algo sencillo?”, le preguntó el califa.
“No has prestado la suficiente atención a la condición que puse”, le dijo el albañil.
“Pero si no he hecho otra cosa que pensar en ello”,protestó el califa.
“Sí, pero sin comprender que para mí
una tinaja de oro es un inestimable tesoro. Desde el principio sabía que
no podía ganar la apuesta pero yo sólo quería una tinaja. Y tu te
jugabas 1o tinajas “, le dijo el joven.
“Te has olvidado de lo más sencillo”, prosiguió el joven. “Te has olvidado de que podías perder la confianza en ti mismo”.
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