"¡Qué orgulloso te sientes de tu inteligencia!", le dijo el Maestro a uno de sus discípulos. "Eres como el condenado que se siente orgulloso de la amplitud de su celda".
Los Evangelistas nos hablaron de un Jesús que usaba las parábolas para explicarnos la realidad del Reino de Dios. Espero que estos cuentos os puedan conducir al mismo destino.
sábado, 28 de noviembre de 2015
CAUTIVERIO.
"¡Qué orgulloso te sientes de tu inteligencia!", le dijo el Maestro a uno de sus discípulos. "Eres como el condenado que se siente orgulloso de la amplitud de su celda".
MOVIMIENTO.
A unos discípulos que no dejaban de insistirle en que les dijera palabras de sabiduría, el Maestro les dijo: "La sabiduría no se expresa en palabras, sino que se revela en la acción".
Pero cuando les vio metidos en la actividad hasta las cejas, soltó una carcajada y dijo: "Eso no es acción. Es movimiento".
HABLADURÍAS.
Un discípulo confesó la mala costumbre que tenía de repetir las habladurías que llegaban a sus oídos.
El Maestro le dijo sardónicamente: "Lo malo no es que las repitas, sino que cada vez lo hagas con mayor maestría".
DESAHOGO ESPIRITUAL.
El Maestro solía decir que no hay palabras malas si se usan en un contexto adecuado.
Cuando le contaron que uno de sus discípulos era propenso a echar juramentos, él observó: "Ya se sabe que las palabrotas proporcionan el desahogo espiritual que le es negado a la oración".
HABLAR.
El discípulo no podía reprimir las ganas que tenía de contarle al Maestro el rumor que había oído en el mercado.
"Aguarda un minuto", dijo el Maestro. "Lo que piensas contarnos ¿es verdad?"
"No lo creo..."
"¿Es útil?"
"No, no lo es".
"¿Es divertido?"
"No".
"Entonces, ¿por qué tenemos que oírlo?"
REALISMO.
En cierta ocasión, un jugador empedernido le dijo al Maestro: "Ayer me sorprendieron haciendo trampas mientras jugábamos a las cartas, de manera que me dieron una paliza y me arrojaron por la ventana. ¿Qué me aconsejarías tú que hiciera?"
El Maestro se le quedó mirando fijamente y le dijo: "Si yo estuviera en tu lugar, en adelante trataría de jugar en la planta baja".
Aquello dejó asombrados a los discípulos: "¿Por qué no le dijiste que dejara de jugar?", le preguntaron.
"Porque sabía que no quería dejarlo", fue la sencilla y sagaz respuesta del Maestro.
miércoles, 25 de noviembre de 2015
MEDITACIÓN.
Un discípulo se quedó dormido y soñó que había llegado al Paraíso. Pero, para su asombro, vio que allí estaban sentados el Maestro y los demás discípulos, absortos en la meditación.
"¿Y esto es la recompensa del Paraíso?", exclamó. "¿Si es exactamente lo mismo que hacíamos en la tierra!"
Entonces oyó una Voz que exclamaba: "¡Insensato! ¿Acaso piensas que esos que ves meditando están en el Paraíso? Pues bien, es justamente lo contrario: el Paraíso está en ellos".
FELICIDAD.
"Necesito desesperadamente que alguien me ayude..., o voy a volverme loco. Vivo en una pequeña habitación con mi mujer, mis hijos y mis parientes, de manera que tenemos los nervios a punto de estallar y no dejamos de gritarnos y de increparnos los unos a los otros. Aquello es un verdadero infierno..."
"¿Me prometes que harás lo que yo te ordene?", le dijo el Maestro con toda seriedad.
"¡Te juro que lo haré!"
"Perfectamente. ¿Cuántos animales tienes?"
"Una vaca, una cabra y seis gallinas".
"Mételas a todas en una habitación y vuelve a verme dentro de una semana".
El discípulo quedó horrorizado, pero ¡había prometido obedecer...! De modo que lo hizo y regresó al cabo de una semana quejándose desconsoladamente: "¡Vengo hecho un manojo de nervios! ¡Qué suciedad, qué peste, qué ruido...! ¡Estamos todos a punto de volvernos loco!"
"Vuelve otra vez", dijo el Maestro, "y saca a todos los animales fuera".
El hombre se marchó a su casa corriendo y regresó al día siguiente radiante de alegría: "¡Qué felicidad! Han salido todos los animales y aquello es ahora un paraíso. ¡Qué tranquilidad, qué limpieza, qué amplitud...!"
jueves, 19 de noviembre de 2015
MITOS.
El Maestro impartía su doctrina en forma de parábolas y de cuentos que sus discípulos escuchaban con verdadero deleite, aunque a veces también con frustración, porque sentían necesidad de algo más profundo.
Esto le traía sin cuidado al Maestro, que a todas las objeciones respondía: "Todavía tenéis que comprender, queridos, que la distancia más corta entre el hombre y la Verdad es un cuento".
En otra ocasión dijo: "No despreciéis los cuentos. Cuando se ha perdido una moneda de oro, se encuentra con ayuda de una minúscula vela; y la verdad más profunda se encuentra con ayuda de un breve y sencillo cuento".
IGNORANCIA.
El joven discípulo era tan prodigioso que acudían a solicitar su consejo intelectuales de todas partes, los cuales quedaban maravillados de su erudición.
Cuando el Gobernador andaba buscando un consejero, fue a ver al Maestro y le dijo: "Dime, ¿es verdad que ese joven sabe tanto como dicen?"
"A decir verdad", replicó el Maestro con ironía, "el tipo lee tanto que yo no sé cómo puede encontrar tiempo para saber algo".
PRAGMATISMO.
La discípula, que hacia planes para el banquete de su boda, afirmó que, por amor a los pobres, había conseguido que su familia accediera a ir en contra de lo convencional y sentar a los invitados pobres a la cabecera de la mesa, relegando a los ricos a los últimos lugares.
Se quedó mirando a los ojos del Maestro, esperando su aprobación.
El Maestro, después de pensarlo unos momentos, dijo: "Eso sería de lo más desafortunado, querida, porque nadie disfrutaría del banquete. Tu familia se sentiría violenta, tus invitados ricos insultados, y los pobres pasarían hambre, porque estarían demasiado cohibidos, viéndose a la cabecera de la mesa, para comer a su gusto".
miércoles, 18 de noviembre de 2015
RESTABLECIMIENTO.
No sabiendo qué hacer, decidió buscar al Maestro y le dijo: "¿Qué va a ser de mí? No tengo dinero ni amigos..."
"No te preocupes, hijo mío. Fíjate en lo que te digo: todo volverá a ir estupendamente.
Un rayo de esperanza brilló en los ojos del joven: "¿Volveré a ser rico otra vez?"
"No, sino que conseguirás acostumbrarte a estar solo y sin un céntimo".
PROFECÍA.
"Quisiera poder llegar a enseñar la verdad".
"¿Estás dispuesto a ser ridiculizado e ignorado y a pasar hambre hasta los cuarenta y cinco años?"
"Lo estoy. Pero dime: ¿qué ocurrirá cuando haya cumplido los cuarenta y cinco años?"
"Que ya te habrás acostumbrado a ello".
OFUSCACIÓN.
"Ya es la vida eterna. Entra en el presente".
"Pero si ya estoy en el presente... ¿o no?"
"No".
"¿Por qué no?"
"Porque no has renunciado al pasado".
"¿Y por qué iba a renunciar a mi pasado? No todo el pasado es malo..."
"No hay que renunciar al pasado porque sea malo, sino porque está muerto".
ENTENDIMIENTO.
"¿Cómo podría obtener yo la gracia de no juzgar nunca al prójimo?"
"Por medio de la oración".
"Entonces, ¿por qué no la he obtenido todavía?"
"Porque no has orado en el lugar debido".
"¿Y qué lugar es ése?"
"El corazón de Dios".
"¿Y cómo se llega allí?"
"Has de entender que quien peca no sabe lo que hace y merece ser perdonado".
ARMONÍA.
A pesar de su tradicional proceder, el Maestro no sentía un excesivo respeto por las normas y las tradiciones.
En cierta ocasión surgió una disputa entre un discípulo y su hija, porque aquél insistía en que ésta se ajustara a las normas de su religión para elegir a su futuro marido.
El Maestro se puso inequívocamente del lado de la muchacha.
Cuando el discípulo le manifestó la sorpresa que le producía el que un santo actuara de aquella manera, el Maestro le dijo: "Debes comprender que, al igual que la música, la vida está hecha de sentimiento y de instinto, más que de normas".
CARISMA.
El discípulo era judío. "¿Qué es lo que debo hacer para ser aceptable a Dios?", preguntó.
"¿Y cómo voy a saberlo yo?", respondió el Maestro. "Tu Biblia dice que Abrahán practicaba la hospitalidad y que Dios estaba con él. Que a Elías le encantaba orar y que Dios estaba con él. Que David gobernaba un reino y que Dios también estaba con él".
"¿Y tengo yo alguna forma de saber cuál es la tarea que se me ha asignado a mí?"
"Sí. Trata de averiguar cuál es la más profunda inclinación de tu corazón, y síguela".
domingo, 15 de noviembre de 2015
INTERIORIDAD.
El discípulo quería un sabio consejo.
"Ve, siéntate en tu celda, y tu celda te enseñará la sabiduría", le dijo el Maestro.
"Pero si yo no tengo ninguna celda... Si yo no soy monje..."
"Naturalmente que tienes una celda. Mira dentro de ti".
PROFUNDIDAD.
Le dijo el Maestro al hombre de negocios: "Del mismo modo que el pez perece en tierra firme, así también pereces tú cuando te dejas enredar en el mundo. El pez necesita volver al agua... y tú necesitas volver a la soledad".
El hombre de negocios no salía de su asombro. "¿Debo, pues, renunciar a mis negocios e ingresar en un monasterio?"
"No, nada de eso. Sigue con tus negocios y entra en tu corazón".
PRESENCIA.
"Aquí".
"¿Y cuándo tendrá lugar?"
"Está teniendo lugar ahora mismo".
"Entonces, ¿por qué no la siento?"
"Porque no miras".
"¿Y en qué debo fijarme?"
"En nada. Simplemente,mira".
"Mirar, ¿qué?
"Cualquier cosa en la que se posen tus ojos".
"¿Y debo mirar de alguna manera especial?"
"No. Bastará con que mires normalmente".
"Pero ¿es que no miro siempre normalmente?"
"No".
"¿Por qué demonios...?"
"Porque para mirar tienes que estar aquí, y casi siempre estás en alguna otra parte".
VIGILANCIA.
"¿Hay algo que yo pueda hacer para llegar a la Iluminación?"
"Tan poco como lo que puedes hacer para que amanezca por las mañanas".
"Entonces, ¿para qué valen los ejercicios espirituales que tú mismo recomiendas?"
"Para estar seguro de que no estáis dormidos cuando el sol comienza a salir".
ESPIRITUALIDAD.
Aunque era el "día de silencio" del Maestro, un viajero le suplicó que le diera un consejo que pudiera orientarle a lo largo de toda su vida.
El Maestro asintió afablemente, tomó una hoja de papel y escribió en ella una sola palabra: "Consciencia".
El visitante quedó perplejo. "Eso es demasiado breve. ¿No podrías ser un poco más explícito?"
El Maestro tomó de nuevo el papel y escribió: "Consciencia, consciencia, consciencia".
"Pero ¿qué significan esas palabras?", preguntó el otro sin salir de su estupor.
El Maestro volvió a echar mano al papel y escribió: "Consciencia, consciencia, consciencia significa CONSCIENCIA".
RELIGIÓN.
"Los asuntos de Estado no me permiten escuchar largos discursos", dijo. "¿Podrías, pues, decirle en unas cuantas frases la esencia de la religión a un hombre tan ocupado como yo?"
"Lo diré en una sola palabra, en honor a su Excelencia".
"¡Increíble! ¿Cuál es esa insólita palabra?"
"Silencio".
"¿Y cuál es el camino hacia el Silencio?"
"La meditación".
"¿Y qué es, si se me permite preguntarlo, la meditación?"
"Silencio".
domingo, 8 de noviembre de 2015
CLARIDAD.
"No busquéis a Dios", dijo el Maestro. "Limitaos a mirar... y todo os será revelado".
"Pero ¿cómo hay que mirar?"
"Siempre que miréis algo, tratad de ver lo que hay en ello, nada más".
Los discípulos quedaron perplejos, de modo que el Maestro lo puso más fácil: "Por ejemplo, cuando miréis a la luna tratad de ver la luna y nada más".
"¿Y qué otra cosa que no sea la luna puede uno ver cuando mira a la luna?
"Una persona hambrienta podría ver una bola de queso. Un enamorado, el rostro de su amada".
ABSURDO.
El Maestro no dejaba de restregar un ladrillo contra el suelo de la habitación en la que estaba sentado su discípulo, entregado a la meditación.
Al principio, el discípulo estaba contento, creyendo que el Maestro trataba de poner a prueba su capacidad de concentración. Pero cuando el ruido se hizo insoportable, estalló: "¿Qué diablos estás haciendo? ¿No ves que estoy meditando?"
"Estoy puliendo este ladrillo para hacer un espejo", replicó el Maestro.
"¡Tú estás loco! ¿Cómo vas a hacer un espejo de un ladrillo?"
"¡Más loco estás tú! ¿Cómo pretendes hacer un meditador de tu propio yo?"
SENSIBILIDAD.
"¿Cómo puedo yo experimentar mi unidad con la creación?"
"Escuchando", respondió el Maestro.
"¿Y cómo he de escuchar?"
"Siendo un oído que presta atención a las más mínimas cosas que el universo no deja nunca de decir. En el momento en que oigas algo que tú mismo estás diciendo, detente".
ADULTEZ.
A un discípulo que siempre estaba rezando le dijo el Maestro: "¿Cuándo dejarás de apoyarte en Dios y llegarás a ser independiente?"
El discípulo no salía de su asombro: "¡Pero si has sido tú el que nos has enseñado a considerar a Dios como Padre!"
"¿Cuándo aprenderás que un padre no es alguien en quien puedas apoyarte, sino alguien que te ayuda a librarte precisamente de tu tendencia a apoyarte?"
MILAGROS
Un hombre recorrió medio mundo para comprobar por sí mismo la extraordinaria fama de que gozaba el Maestro.
"¿Qué milagros ha realizado tu Maestro?", le preguntó a un discípulo.
"Bueno, verás..., hay milagros y milagros. En tu país se considera un milagro el que Dios haga la voluntad de alguien. Entre nosotros se considera un milagro el que alguien haga la voluntad de Dios".
viernes, 6 de noviembre de 2015
Cuento el Gran Viaje: Experimentar la Vida
Cuento el Gran Viaje: Soltar expectativas y Experimentar la Vida
Tras muchos años de estudio, Ibrahím era
capaz de hablar y discutir sobre cualquier tema que estuviese
relacionado con el sentido de la vida. Conocía las últimas teorías
científicas acerca del comportamiento de la materia y, además dominaba
las verdades reveladas de las diferentes religiones del planeta.
En cualquier reunión en donde Ibrahím se
encontrase, todos los presentes comprobaban admirados que dominaba
perfectamente el arte de analizar cualquier asunto; sobre todo, si éste
se refería a los interrogantes más comunes de la humanidad, que él solía
definir como:
¿A dónde vamos?
¿De dónde venimos?
¿Quiénes somos?
Sin embargo, Ibrahím sentía que no había
encontrado lo que realmente buscaba. No tenía paz interior y por más
libros que leía, sabía que algo sutil e importante faltaba para calmar
la sed que su corazón padecía.
Muchas veces se preguntaba: ¿”De qué me
sirve haber repasado las bibliotecas más prestigiosas y haber escuchado a
los sabios más renombrados, si no me siento conectado con la paz
profunda de la que hablan todos los textos”?
Llego un día en el que Ibrahím se dijo:
“Iré en busca del Maestro Interior de quien también se dice que se halla
en lo más recóndito de mi Ser, para lo cual iniciaré un largo viaje y, a
lo largo de las experiencias no casuales que espero vivir en el
transcurso del mismo, se revelará lo que busco”.
Así que sin pensárselo más, partió hacia el Este en un despejado amanecer de primavera.
A los tres días de viaje, se encontró
con un monje derviche que caminaba como él en la misma dirección. Al
poco, éste habló y dijo:
¿”Quién eres y adónde te diriges”?
“Yo soy Ibrahím y soy un peregrino que busca el Maestro Interior”
A lo que el derviche contestó “Yo soy El-Faith y caminaré contigo”
“Pero… ¿Puedes tú ayudarme a encontrar el maestro Interior”? dijo Ibrahim.
A lo que el derviche respondió: “En
muchos casos, el encuentro con el Maestro Interior depende de como se
transforme el conocimiento teórico en experiencia, y, eso es algo que, a
veces y, en parte, puede ser señalado por un compañero”.
Al rato llegaron junto a un roble que se balanceaba de manera algo extraña. El derviche se detuvo y a los pocos instantes dijo:
“Mira ese árbol. Parece estar diciendo:
Algo me está lastimando, ¡Deteneos un rato y quitadlo de mi costado de
manera que pueda encontrar reposo!”
“Bah, tenemos prisa”, dijo Ibrahím con cierto desdén. “Además, ¿desde cuando los árboles se comunican con los hombres?”
A las pocas horas de camino, el derviche
dijo: “Cuando nos encontrábamos cerca del roble creí haber olfateado
miel. Puede que la causa de tal olor sea un panal de abejas salvajes
construido en un costado del árbol.”
“Si eso fuera cierto”, dijo Ibrahím.
“Volvamos de prisa para recoger toda la miel que podamos, tal delicioso
alimento no sólo servirá para saciar nuestro apetito, sino que también
podremos vender parte y paliar los gastos del camino”.
Cuando llegaron nuevamente hasta el
roble, vieron que otros viajeros habían ya descubierto el panal y
estaban gozosos de haber encontrado cantidad tal, como para asegurar
largo tiempo de marcha.
Ibrahín refunfuñó confuso y frustrado, pero en vista de lo cual, siguió adelante en el camino
Al poco tiempo, los dos hombres llegaron
a una montaña en cuya ladera se escuchaba un zumbido. El derviche
aproximó la oreja al suelo, y tras hacer una pausa, dijo:
“Debajo de nosotros hay millones de
hormigas construyendo una colonia. Ese zumbido es un pedido colectivo de
ayuda. En el idioma de las hormigas significa”: “¡Ayudadnos!,
¡Ayudadnos!, Estamos excavando y nos hemos tropezado con rocas extrañas
que detienen nuestro avance. ¡Ayudadnos a quitarlas de ahí!”.
El derviche continuó y dijo: “¿Deberíamos detenernos a ayudar o tal vez prefieres que sigamos adelante? .
“Hormigas y rocas no son asunto nuestro
hermano, tenemos objetivos más importantes, pues yo por mi parte estoy
buscando al Maestro Interior.” Contestó Ibrahím.
“Como quieras”, dijo el derviche…
“aunque se dice que todas las cosas están relacionadas y supongo que
esto no debe ser ajeno a nuestras vidas”.
Ibrahím no prestó atención a lo que aquel viejo que le acompañaba decía ente dientes, así que siguieron el camino.
Pasadas unas horas, de pronto Ibrahím se dio cuenta de que había perdido su cuchillo.
“Debe habérseme caído cuando me agaché cerca del hormiguero”, dijo.
Así que volvieron sobre sus pasos
buscando el cuchillo. Al llegar nuevamente al hormiguero no encontraron
ni rastro del mismo, pero lo que sí encontraron fue a un grupo de
personas, descansando junto a una enorme pila de monedas de oro que
exclamaban con júbilo:
“¡Mirad este tesoro que acabamos de
desenterrar! Estábamos descansando en este lugar del camino cuando de
repente, un anciano derviche, por cierto muy parecido al que te
acompaña, nos dijo: Cavad en este lugar y encontraréis aquello que es
roca para unos y oro para otros.”
Ibrahím maldijo su suerte. “Si hubiéramos apartado la piedra del hormiguero, tú y yo habríamos sido ricos “¡Maldita sea!”
A los pocos días de travesía, llegaron a
orillas de un río. El derviche se detuvo y mientras se hallaban
sentados esperando a la balsa que se disponía a cruzarlos, un pez
emergió varias veces, boqueando en dirección hacia ellos.
“Este pez”, dijo el derviche, “nos está
enviando un mensaje que dice: Me he tragado una piedra, agarradme y
dadme de comer aquella hierba”, dijo el derviche señalando unas matas,
“así podré vomitarla y encontrar alivio. ¡Caminantes tened piedad!”
En ese instante apareció la balsa que se
disponía a cruzarlos e Ibrahím, impaciente por seguir adelante, empujó
al derviche dentro de ella diciendo apresurado. “¡Crucemos! Al fin y al
cabo, los peces no son asunto nuestro”.
Una vez en la otra orilla, el barquero
se sintió agradecido por la moneda recibida y les indicó un lugar
cercano en el que podrían pasar la noche.
A la mañana siguiente y poco después del
amanecer, encontraron al barquero diciendo alborozado a un grupo de
personas: “En la pasada noche ha pasado una estrella por mi vida.
Sucedió que al llegar la hora de retirarme a casa para descansar,
aparecieron unos viajeros en la orilla solicitando mis servicios. Y
aunque mi jornada de trabajo había finalizado y, además parecían pobres,
me dije: Bueno, aunque sea por hacer la buena obra del día y recibir el
“Baraka”, decidiré ayudarles y realizar el servicio que me solicitan.
Pues bien, una vez realizado el cometido, de pronto vi que un pez se
había arrojado sobre unos juncos y trataba de comer una hierba curativa.
Sentí compasión por él y metí la hierba en su boca. Aquel pez a
continuación vomitó una piedra y se zambulló de nuevo en el agua. Ante
mi sorpresa, aquel trozo de roca luminosa era un perfecto diamante de
incalculable valor.
Ibrahím enfurecido le dijo al derviche:
“¡Eres un demonio. Tu conocías los tres tesoros por alguna percepción
oculta y, sin embargo, en ninguna ocasión me lo confesaste! ¿Es eso
verdadero compañerismo?
El anciano tan sólo miró a Ibrahím y sonrió con lucidez y ternura.
En ese momento, la voz áurea de un poeta que cantaba junto al río, llegó acariciando los oídos de los dos viajeros diciendo :
Llegará un día en que tras conocer y dominar
las aguas, los vientos, las rocas y el fuego
dominaremos para la Vida
las energías del amor
Ese día habremos despertado del gran sueño
y los astros bailarán la danza sagrada
que convierte el conocimiento en consciencia
y la consciencia en amor
las aguas, los vientos, las rocas y el fuego
dominaremos para la Vida
las energías del amor
Ese día habremos despertado del gran sueño
y los astros bailarán la danza sagrada
que convierte el conocimiento en consciencia
y la consciencia en amor
Generosidad: Un caldo de verduras y 3 cajas de analgésicos
En un barrio de Bangkok, un niño
desesperado robó unas cajas de analgésicos para su madre enferma. La
farmacéutica lo descubrió, lo tomó por un brazo y le pegó, provocando un
gran alboroto que atrajo la atención de los vecinos.
El propietario de un pequeño restaurante
que se encontraba justo enfrente fue testigo de toda la escena. Sin
embargo, en vez de tomarle por un delincuente común, se acercó al niño
para preguntarle por qué había robado. Este le contó que su madre estaba
enferma, tenía la cabeza baja y estaba visiblemente avergonzado por lo
que acababa de hacer. Entonces el hombre sacó dinero de su bolsillo y le
pagó a la farmacéutica los medicamentos. Se los dio al niño, junto a un
caldo de verduras.
Treinta años después, el dueño del
restaurante se desmayó y, al caer, se golpeó la cabeza con un bordillo.
Su situación era grave y necesitaba una intervención quirúrgica pero la
hija no tenía el dinero necesario para costearla. Su padre nunca había
sido avaricioso y no había amasado una gran fortuna. En su
desesperación, pensaba que si hubiese sido menos generoso y hubiera
pensado más en sí mismo, quizás ahora tendría el dinero para pagar el
hospital.
Sin embargo, cuando estaba al borde de
la desesperación, recibió un documento que decía: “todos los gastos
médicos han sido saldados con 3 cajas de analgésicos y un caldo de
verduras”.
El niño que había robado los
medicamentos para su madre se había convertido en un médico, trabajaba
en aquel hospital y al enterarse de la situación del anciano que le
había ayudado, decidió devolverle el gesto de generosidad.
Esta es la historia que narra un vídeo
publicitario denominado “Giving”, de una compañía de teléfonos
tailandesa, en el cual se intenta motivar a las personas a abrazar la
generosidad.
El mejor remedio para la depresión y el estrés
Los beneficios de la generosidad han
sido estudiados a nivel de laboratorio y no dejan lugar a dudas. Una
investigación realizada en la Universidad de Michigan analizó a 423
parejas de personas mayores durante un periodo de cinco años. Así se
descubrió que la esperanza de vida se duplicaba en quienes se
involucraban en actividades de voluntariado o brindaban apoyo emocional.
Otro estudio, esta vez realizado en la
Universidad de Buffalo, analizó los eventos estresantes a los que
estuvieron sometidas 846 personas a lo largo de cinco años. Al terminar
la investigación estos psicólogos pudieron apreciar que quienes estaban
acostumbrados a ayudar a los demás sufrían menos estrés y tenían un
sistema inmunológico más fuerte.
La guinda del pastel llega de la mano de
un análisis realizado por investigadores de la Universidad de
Manchester. Estos psicólogos analizaron un total de 74 estudios y
llegaron a la conclusión de que la generosidad y las actividades de
voluntariado podían prevenir la depresión e incluso aliviar sus
síntomas, una vez que se instauraba. De hecho, concluyeron que la
generosidad es mucho más eficaz que la psicoterapia para tratar la
depresión.
¿Cómo ser más generosos?
En una sociedad como la nuestra, que
potencia los valores individualistas y la competencia, la generosidad no
es pan cotidiano. Sin embargo, podemos aprender a ser generosos. De
hecho, un estudio muy interesante realizado en la Universidad de Harvard
nos brinda un maravilloso insight sobre cómo decidimos si ser generosos
o actuar de manera más egoísta.
En este experimento participaron 2.000
personas de gran parte del mundo. Se formaron grupos compuestos por 4
personas, a las cuales se les pidió que donaran una parte de lo que se
les había pagado por participar en el experimento. El dinero se
invertiría en un proyecto grupal.
El dilema radicaba en que lo que
representaba una buena inversión para el grupo, no lo era para cada uno
de los individuos. En algunos casos les pedían que decidieran
inmediatamente y en otros casos, se les daba más tiempo para que
valoraran sus opciones.
En este punto los psicólogos notaron que
cuando nos dejamos llevar por el primer impulso, tenemos la tendencia a
pensar más en los otros y ser generosos. Sin embargo, si nos detenemos a
pensar, encontraremos razones para no ayudar. De hecho, en el
experimento se pudo apreciar que bastan 10 segundos para cambiar de
decisión y lograr que la razón acalle ese primer impulso de generosidad.
El 67% de las personas que decidieron
inmediatamente donaron parte de su dinero. Cuando se les dio más tiempo
para pensar, solo el 53% accedió a donar. Se trata de una diferencia
significativa, sobre todo teniendo en cuenta que el único factor que ha
cambiado es el lapso de tiempo.
En este experimento se pudo apreciar que
cuando nos encontramos ante una situación en la que debemos poner por
delante los intereses de otra persona, se activan dos sistemas
cerebrales: uno es rápido e intuitivo y nos impulsa a cooperar y ser
generosos, el otro es más lento y racional y nos lleva a actuar de
manera más egoísta. Por tanto, si quieres cambiar hábitos y actuar de
manera más generosa, déjate llevar más a menudo por ese primer impulso.
Recuerda que la generosidad no implica
simplemente donar o hacer voluntariado, también es brindar apoyo
emocional. No siempre está a nuestro alcance realizar grandes gestos
pero pequeños gestos cotidianos puede ayudar a las personas y hacer que su mundo sea mejor.
El cuento del granjero chino: ¿Por qué no debemos anticiparnos a las consecuencias?
Un día, el hijo de un viejo granjero
dejó, por descuido, la verja del establo abierta. El único caballo que
tenían, escapó. Todos los vecinos vinieron a solidarizarse: “¡Qué mala suerte!”
Sin embargo, el anciano no se inmutó, solo dijo: “Puede ser, puede ser”.
Al día siguiente, el caballo volvió al
establo y trajo consigo otros diez caballos salvajes que le siguieron
desde las montañas. Ahora el granjero tenía once caballos y se había
convertido en el hombre más rico del pueblo. Todos los vecinos fueron a
visitarlo y le dijeron: “Parece que al final fue un golpe de suerte que el caballo se haya escapado”.
El anciano solo les respondió: “Puede ser, puede ser”.
Al día siguiente, mientras su hijo
estaba intentando domar a uno de los caballos, cayó y se rompió una
pierna. Al acercarse el invierno, sin la ayuda del hijo en la granja, el
anciano tendría que afrontar grandes problemas. Los vecinos le dijeron:
“En el fondo, fue un error. Ahora tienes los caballos pero no tienes a tu hijo para que te ayude. Es algo terrible”.
El padre, en vez de lamentarse, respondió: “Puede ser, puede ser”.
Al día siguiente, el ejército llegó al
pueblo y reclutó a todos los jóvenes para luchar en una guerra suicida.
Era posible que ninguno de ellos regresara a casa. Sin embargo, como el
hijo del granjero tenía una pierna rota, no lo reclutaron y se quedó a
salvo en el hogar.
Una vez más, los vecinos le comentaron la buena suerte que había tenido. Nuevamente el granjero contestó: “Puede ser, puede ser”.
Aprender a ver más allá del presente: Clave para alcanzar la serenidad
Se trata de una historia muy sencilla
pero encierra una enorme enseñanza, algo que a menudo olvidamos: en la
vida no hay situaciones completamente buenas ni totalmente malas, todo
encierra pros y contras. Aunque a veces, cuando estamos saturados por la
tristeza, la ira o la frustración, nos resulta difícil encontrar los
aspectos positivos.
Sin embargo, detrás de cada “mal” puede
esconderse una oportunidad, un cambio positivo. Por supuesto, también
ocurre lo contrario, detrás de una situación aparentemente positiva,
puede esconderse un problema que nos complique aún más la vida.
También es cierto que no siempre podemos
prever qué ocurrirá al día o a la semana siguiente, por lo que, en vez
de caer presas de la desesperación e imaginar el peor de los escenarios,
la actitud más inteligente es simplemente esperar hasta poder constatar
las consecuencias reales de los hechos.
No sacar conclusiones apresuradas
implica adoptar una postura cauta que nos permita estar atentos a las
posibles oportunidades o a los riesgos que pueden perfilarse en el
horizonte. De hecho, una situación negativa nos puede sumir en un estado
de desesperanza tan grande que no somos capaces de apreciar las
oportunidades cuando estas se presentan. De la misma manera, un estado
de euforia exagerado nos impedirá notar los riesgos que se avecinan y
nos hará asumir una actitud excesivamente confiada.
Ambas actitudes son contraproducentes
porque nos aíslan del mundo y de lo que sucede, haciendo que vivamos en
la burbuja de nuestras emociones y pensamientos.
Sin embargo, comprender que las
consecuencias de determinadas situaciones o acciones pueden ser
imprevisibles no solo es un ejercicio intelectual sino también
emocional. Una vez que hemos interiorizado que la condición que estamos
viviendo hoy, mañana puede dar un giro sorprendente, comprendemos que
todo no es más que una etapa y, como tal, pasará. Es probable que las
preocupaciones de hoy, mañana te hagan sonreír.
Por supuesto, eso no significa que no
sentiremos dolor pero el sufrimiento será mucho más llevadero. Cuando
somos plenamente conscientes de que el problema que estamos viviendo es
pasajero, podremos adoptar una actitud más serena. Eso no indica que no
debamos ponernos manos a la obra para solucionarlo, sino que debemos
tener la suficiente entereza como para saber ver más allá del presente.
Sin duda, se trata de un cambio de
perspectiva que no se puede lograr de un día al otro. No obstante,
merece la pena intentarlo porque nos conduce a una vida más serena y nos
ayuda a encontrar la tranquilidad incluso en medio de la tormenta.
EL PUENTE Y LOS DOS HERMANOS.
No hace mucho tiempo, dos hermanos que
vivían en granjas contiguas, tuvieron un conflicto. Éste era el primer
problema que tuvieron después de 40 años de cultivar las tierras hombro a
hombro, compartir el duro trabajo y de intercambiar cosechas y bienes
en forma continua.
Esta larga y beneficiosa colaboración
terminó repentinamente. Comenzó con un pequeño malentendido que fue
creciendo hasta llegar a abrir una tremenda brecha entre ellos, que
explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de
silencio.
Una mañana alguien llamó a la puerta de
Luis. Al abrir, encontró a un hombre con herramientas de carpintero.
“Estoy buscando trabajo”, dijo el extraño, “quizás usted requiera
algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda serle de
ayuda”.
“Sí”, dijo el mayor de los hermanos,
tengo un trabajo para usted. Mire, al otro lado del arroyo, en aquella
granja, ahí vive mi vecino, es mi hermano menor. La semana pasada había
una hermosa pradera entre nosotros y él tomó su buldózer y desvió el
cauce del arroyo para que quedara entre nosotros.
Bueno, él pudo haber hecho esto para
enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted aquella pila de
desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca, de
dos metros de alto, para no verlo nunca más.
El carpintero le dijo: Creo que
comprendo la situación. Muéstreme dónde están la madera, los clavos y
las herramientas y le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho. El
hermano mayor ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó
la granja por el resto del día para ir a comprar provisiones al pueblo.
El carpintero trabajó duro todo el día
midiendo, cortando, clavando. Cerca del atardecer, cuando el granjero
regresó, el carpintero había terminado con su trabajo. El granjero
quedó, perplejo con lo que vio. No había ninguna cerca de dos metros; en
su lugar había un puente. Un puente que unía las dos granjas a través
del arroyo. Era una verdadera obra de arte.
En ese momento, su hermano menor, vino
desde su granja, cruzando el puente, abrazó a su hermano, con los ojos
llenos de lágrimas, le dijo: Eres un gran hombre, por construir este
hermoso puente después de lo que te he hecho, gracias y perdóname.
En silencio el carpintero guardó las
herramientas y se dispuso a marchar, cuando Luis, el hermano que le
había contratado grito: ¡No te vayas espera!, quédate, tengo muchos
proyectos para ti.
-Me gustaría quedarme dijo el carpintero, pero tengo muchos puentes por construir.
“Dios y el hombre estaban separados por
un abismo, pero como el carpintero, Jesucristo en la cruz se ofreció
como puente. Tú no tienes que hacer nada, el puente ya está ahí. Crúzalo
y podrás recibir el abrazo restaurador de Dios”
EL BURRO EN EL POZO.
Un día, el burro de un campesino se cayó
en un pozo. El animal rebuznó fuertemente por horas, mientras el
campesino trataba de buscar alguna solución para sacarlo.
Finalmente, el campesino decidió que el
burro ya estaba viejo y el pozo ya estaba seco y necesitaba ser tapado
de todas formas; que realmente no valía la pena sacar al burro del pozo.
Invitó a todos sus vecinos para que vinieran a ayudarle. Cada uno agarró una pala y empezaron a tirarle tierra al pozo.
El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y lloró horriblemente.
Luego, para sorpresa de todos, se aquietó después de unas cuantas paladas de tierra.
El campesino finalmente miró al fondo
del pozo y se sorprendió de lo que vio… con cada palada de tierra, el
burro estaba haciendo algo increíble: Se sacudía la tierra y daba un
paso encima de la tierra.
Muy pronto todo el mundo vio sorprendido cómo el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y salió trotando…
Durante tu vida vas a sentir caer sobre
tu espalda, todo tipo de tierra, vas a sentir paladas de problemas, de
conflictos, de dudas, y muchas cosas más.
Depende de ti sacudirte y colocar cada
situación debajo de tus pies, o bien dejarlos sobre tu espalda y dejar
que el peso te deje inmóvil en lo más profundo del pozo.
Aprender a sacudirte y dejar cada uno de
tus problemas debajo de tus pies, te permitirá día a día subir un
escalón y al final casi sin darte cuenta te encontrarás libre y
victorioso.
¡Usa la tierra que te echan para salir adelante!
NO TE ATREVAS A JUZGARME.
“No esperes que los demás comprendan tu viaje, especialmente si nunca han tenido que recorrer tu camino”
-Vengo, maestro, porque me siento tan
poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo,
que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo
mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
-Cuánto lo siento muchacho, no puedo
ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…-y
haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría
resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-E… encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-Bien-asintió el maestro.
Se quitó un anillo que llevaba en el
dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó-toma
el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender
este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas
por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de
oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas
llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban
con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el
anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de
oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue
tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de
oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció
una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía
instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la
oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el
mercado -más de cien personas-y abatido por su fracaso, montó su caballo
y regresó.
¡Cuánto hubiera deseado el joven tener
él mismo esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado al
maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y
ayuda. Entró en la habitación.
-Maestro -dijo-lo siento, no es posible
conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas
de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del
verdadero valor del anillo.
-Qué importante lo que dijiste, joven
amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el
verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién
mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y
pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se
lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
– Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
– ¡¿58 monedas?!-exclamó el joven.
– Sí -replicó el joyero-Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate -dijo el maestro después de
escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como
tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la
vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
Hoy te traigo este cuento para que no te
atrevas a juzgarme. Sabes mi nombre, no mi historia. Sé que da igual lo
que te diga y que me juzgarás igualmente aunque no te haya pedido
opinión, pero es que tú no sabes cuáles son mis ángeles ni cuáles son
mis demonios.
No te atrevas a juzgarme al menos que te
hayas puesto en mi piel y le hayas sonreído a la vida. Lo único que
sabes de mí es lo que te he contado y tú has aprendido. Ni siquiera te
has parado a mirar a tu alrededor. Yo procuro vivir como quiero y no
ponerme máscaras. Soy la única persona que podrá recorrer esta senda y,
por tanto, asumo la responsabilidad de valorarme.
Ya me condené hace años, cuando estaba
convencido de que lo que pensabas de mí era mi precio real. Pero ya he
aprendido la lección y no volveré a cometer ese error, soy inmune a tus
juicios. He comprendido que el precio que me ponga es el que estaré
dispuesto a pagar y he decidido vestirme de mí mismo para el resto de
mis días.
La única forma de liberarme fue dejar de
compararme, no hay oro que valga para pagar mis vestiduras. Ahora sé
que mi imagen es el reflejo de mi seguridad y de mi autoestima, que solo
puedo encontrarlas dentro de mí. No te puedes imaginar lo placentera
que es la sensación de dejar de buscar fuera lo que llevo dentro.
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