Un día, el hijo de un viejo granjero
dejó, por descuido, la verja del establo abierta. El único caballo que
tenían, escapó. Todos los vecinos vinieron a solidarizarse: “¡Qué mala suerte!”
Sin embargo, el anciano no se inmutó, solo dijo: “Puede ser, puede ser”.
Al día siguiente, el caballo volvió al
establo y trajo consigo otros diez caballos salvajes que le siguieron
desde las montañas. Ahora el granjero tenía once caballos y se había
convertido en el hombre más rico del pueblo. Todos los vecinos fueron a
visitarlo y le dijeron: “Parece que al final fue un golpe de suerte que el caballo se haya escapado”.
El anciano solo les respondió: “Puede ser, puede ser”.
Al día siguiente, mientras su hijo
estaba intentando domar a uno de los caballos, cayó y se rompió una
pierna. Al acercarse el invierno, sin la ayuda del hijo en la granja, el
anciano tendría que afrontar grandes problemas. Los vecinos le dijeron:
“En el fondo, fue un error. Ahora tienes los caballos pero no tienes a tu hijo para que te ayude. Es algo terrible”.
El padre, en vez de lamentarse, respondió: “Puede ser, puede ser”.
Al día siguiente, el ejército llegó al
pueblo y reclutó a todos los jóvenes para luchar en una guerra suicida.
Era posible que ninguno de ellos regresara a casa. Sin embargo, como el
hijo del granjero tenía una pierna rota, no lo reclutaron y se quedó a
salvo en el hogar.
Una vez más, los vecinos le comentaron la buena suerte que había tenido. Nuevamente el granjero contestó: “Puede ser, puede ser”.
Aprender a ver más allá del presente: Clave para alcanzar la serenidad
Se trata de una historia muy sencilla
pero encierra una enorme enseñanza, algo que a menudo olvidamos: en la
vida no hay situaciones completamente buenas ni totalmente malas, todo
encierra pros y contras. Aunque a veces, cuando estamos saturados por la
tristeza, la ira o la frustración, nos resulta difícil encontrar los
aspectos positivos.
Sin embargo, detrás de cada “mal” puede
esconderse una oportunidad, un cambio positivo. Por supuesto, también
ocurre lo contrario, detrás de una situación aparentemente positiva,
puede esconderse un problema que nos complique aún más la vida.
También es cierto que no siempre podemos
prever qué ocurrirá al día o a la semana siguiente, por lo que, en vez
de caer presas de la desesperación e imaginar el peor de los escenarios,
la actitud más inteligente es simplemente esperar hasta poder constatar
las consecuencias reales de los hechos.
No sacar conclusiones apresuradas
implica adoptar una postura cauta que nos permita estar atentos a las
posibles oportunidades o a los riesgos que pueden perfilarse en el
horizonte. De hecho, una situación negativa nos puede sumir en un estado
de desesperanza tan grande que no somos capaces de apreciar las
oportunidades cuando estas se presentan. De la misma manera, un estado
de euforia exagerado nos impedirá notar los riesgos que se avecinan y
nos hará asumir una actitud excesivamente confiada.
Ambas actitudes son contraproducentes
porque nos aíslan del mundo y de lo que sucede, haciendo que vivamos en
la burbuja de nuestras emociones y pensamientos.
Sin embargo, comprender que las
consecuencias de determinadas situaciones o acciones pueden ser
imprevisibles no solo es un ejercicio intelectual sino también
emocional. Una vez que hemos interiorizado que la condición que estamos
viviendo hoy, mañana puede dar un giro sorprendente, comprendemos que
todo no es más que una etapa y, como tal, pasará. Es probable que las
preocupaciones de hoy, mañana te hagan sonreír.
Por supuesto, eso no significa que no
sentiremos dolor pero el sufrimiento será mucho más llevadero. Cuando
somos plenamente conscientes de que el problema que estamos viviendo es
pasajero, podremos adoptar una actitud más serena. Eso no indica que no
debamos ponernos manos a la obra para solucionarlo, sino que debemos
tener la suficiente entereza como para saber ver más allá del presente.
Sin duda, se trata de un cambio de
perspectiva que no se puede lograr de un día al otro. No obstante,
merece la pena intentarlo porque nos conduce a una vida más serena y nos
ayuda a encontrar la tranquilidad incluso en medio de la tormenta.
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