La culpa la tengo yo
por meterme en el juego
y dejarme enredar en él.
Te daré un ejemplo:
me pides una cita y te la concedo
aunque no quiera;
cuando nos encontramos, me fastidio y te rechazo.
Por no haber sabido decir que no, hice:
a) De rescatador: cuando dije que sí.
b) De víctima: cuando me dolí por dar un tiempo
que no quería dar.
c) De perseguidor: porque te di un palo.
Todos alguna vez dijimos que sí,
cuando deseábamos decir no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario