El hombre es libre,
pero no posee su libertad
para distorsionar el bien.
Sólo un loco o un dormido hacen el mal
-los que no saben qué es la libertad
o no tienen libertad para ser ellos mismos-,
porque son esclavos de sus compulsiones
o sus miedos.
Son llevados por su resentimiento
y su egoísmo que los hace crueles.
Te tienes que defender de sus modos,
pero no confundir al enfermo con su enfermedad
y condenarlo.
Puedes defenderte del otro,
detenerlo,
pero no sientas ningún odio,
sino la comprensión del amor clarividente.
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