Era un yogui errante que había obtenido un gran progreso interior.
Se sentó a la orilla de un camino y, de manera natural, entró en éxtasis.
Estaba en tan elevado estado de consciencia que se encontraba ausente de todo lo circundante. Poco después pasó por el lugar un ladrón y, al verlo, se dijo: “Este hombre, no me cabe duda, debe ser un ladrón que, tras haber pasado toda la noche robando, ahora se ha quedado dormido. Voy a irme a toda velocidad no vaya a ser que venga un policía a prenderle a él y también me coja a mí”. Y huyó corriendo.
No mucho después, fue un borracho el que pasó por el lugar. Iba dando tumbos y apenas podía tenerse en pie. Miró al hombre sentado al borde del camino y pensó: “Éste está realmente embriagado. Ha bebido tanto que no puede ni moverse”.
Y, tambaleándose, se alejó.
Por último, pasó un genuino buscador espiritual y, al contemplar al yogui, se sentó a su lado, se inclinó y besó sus pies. Se quedó un rato a su lado meditando.
*Decía un sabio contemporáneo que los males del hombre son causados porque no viven en el mundo, sino en el mundo de sus propios pensamientos. Y así como el ladrón ve a un ladrón y el borracho ve a otro borracho, únicamente una persona que se ha trabajado para ser libre de prejuicios es capaz de vez la realidad como se muestra. La meditación es una de las mejores herramientas.
Recuerda y reflexiona:
Según pensamos, así sentimos y según esos sentimientos actuamos.Hay un dicho español que dice: piensa el ladrón que todos son de su condición.
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