Laura le preguntó en una ocasión a su hija Alba, de once años:
-¿Cuál es la parte más importante del cuerpo?
-Los oídos, mamá -respondió la pequeña.
Muchas personas son sordas y se las arreglan perfectamente.
Pero piensa y lo adivinarás -le dijo en tono cariñoso.
Durante las siguientes semanas la niña estuvo reflexionando y creyó encontrar una respuesta genial.
-¡Ya lo tengo, mamá: la vista es el sentido fundamental!
Por eso la parte más importante del cuerpo son los ojos.
-Estás aprendiendo rápidamente, pero la respuesta no es correcta. Fíjate que hay muchos ciegos que son felices, pese a no poder ver -indicó la madre.
Al cabo de unos meses sucedió que el abuelo de la niña murió. El día del entierro, todos estaban muy apenados y el padre de Alba lloró. Eso impresionó a la niña. Justo después del entierro, la madre la apartó y le preguntó:
-¿No sabes todavía cuál es la parte más importante del cuerpo?
-No mamá -respondió la niña.
-Hoy es el mejor día para contártelo. Se trata del hombro, hija mía.
-¿Porque sostiene la cabeza? -apuntó Alba.
-No. Porque en él apoyan la cabeza tus seres queridos cuando lloran.
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