Mi nombre es Adrián, tengo 10 años y mis padres acaban de divorciarse. Mi familia siempre había sido unida, nunca faltaban las cenas familiares ni los besos de buenas noches. Cuando mis padres nos dijeron a mi y a mis dos hermanas que se divorciarían no lo podíamos creer, mi corazón estaba destrozado y no pude evitar culparlos y sentir mucho enfado por no haber pensado en nosotros, sus hijos, al tomar esa decisión. A mi punto de vista mis padres eran egoístas.
Mis notas bajaron mucho en el colegio por la tristeza que me provocaba la separación, cuando mis amigos tocaban el tema me enfadaba mucho con ellos y con todos los que estuvieran a mi alrededor. Estaba tan deprimido que varias veces pensé en escaparme de casa y de la realidad. Seguramente mis padres nunca se detuvieron a pensar en todos los daños que nos traería su separación.
Mi maestra de ética, quien era divorciada, me contó sobre su separación, la experiencia con sus hijos y el daño que le había hecho priorizar la unión familiar a su bienestar individual. Definitivamente hizo que abriera los ojos y me atreviera a pensar lateralmente… Todo este tiempo el egoísta había sido yo. Estaba pensando solamente en mi y en las implicaciones que la separación de mis padres me traían. Nunca me puse a pensar y reflexionar sobre el hecho de que los gritos y peleas entre ellos aumentaba día con día, que por querer que sus hijos fuéramos felices se estaban obligando a vivir juntos, lo que provocaba que su relación empeorara.
Esa misma tarde, platiqué con mis hermanas, quienes también estaban tristes por la separación. Logré que entendieran que estar con alguien por darle gusto a los demás no es bueno y que debíamos pensar en que el divorcio les afectaba más a ellos que a nosotros. Tomamos la decisión de hablar con nuestros padres, por separado claro, y les hicimos ver que los comprendíamos y apoyábamos firmemente en sus decisiones.
Ahora todo es mejor, no tenemos que escuchar los constantes gritos que anteriormente escuchábamos, no se siente la tensión en la casa y además vemos a nuestros padres equitativamente. Las cosas no han cambiado, aún seguimos pasándola muy bien cuando salimos con mi padre, aún recibimos los besos de buenas noches de mi madre y lo más importante es que aprendí que mis padres seguirán siendo mis padres aunque estén separados.
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