Había una vez, un hombre muy enfermo y sin recursos, que desesperado se comprometió a sacrificar la cantidad de cien bueyes a los dioses, si estos le ayudaban a curarse completamente.
Los dioses, a los que siempre les gusta probar a los mortales, decidieron ayudarle y comprobar si era cierto lo que el hombre decía.
Recuperado por completo de sus dolencias y al no tener los animales, ni el suficiente dinero para darles la ofrenda prometida a sus benefactores, fabricó cien bueyes de sebo y los llevó al templo para que fueran sacrificados.
-Oh Dioses, aquí tenéis lo que os había prometido.
Al verse engañados, trazaron un plan para darle una buena lección a este hombre tan embustero. Mientras dormía, se introdujeron en uno de sus sueños, mostrándole una gran bolsa con mil monedad de plata en una playa cercana.
Extasiado ante esa enorme fortuna, se despertó inmediatamente, dirigiéndose todo lo rápido que pudo hasta la playa. Allí, no solo no encontró ninguna bolsa, sino que además fue capturado por unos piratas, que lo vendieron como esclavo en la ciudad más cercana, obteniendo por su venta mil monedas de plata.
Moraleja: aquel que engaña a la personas, siempre acaba siendo engañado.
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