Hace mucho tiempo, una pobre zorra huía
despavorida de un grupo de cazadores, que pretendían darle caza. En su
frenética carrera, se encontró con uno de los leñadores que había por la
zona, al que le pidió que la escondiera en su cabaña mientras pasaba el
peligro.
Cuando los cazadores llegaron hasta el lugar en el que se encontraba
el leñador, le preguntaron si conocía la dirección que había tomado el
animal. Este, les contesto que no sabía por dónde había podido irse, a
la vez que con una de sus manos les hacía sutiles gestos, con los que
les indicaba que su deseada presa, se encontraba en la cabaña.
Afortunadamente para la zorra, los cazadores no se dieron cuenta de
lo que les quería indicar el pérfido leñador y continuaron su camino,
olvidándose de ella.
Al ver como sus perseguidores se marchaban del lugar, la zorra se
deslizó fuera de la caballa, para marcharse a su casa. Cuando ya llevaba
un trecho andado, el malvado leñador le gritó desde la cabaña, que le
había salvado de una muerte segura y no se lo había agradecido.
Dándose la vuelta la zorra, le dijo:
Te estaría agradecida, si no hubieras dicho una cosa con la boca y otra con tus manos.
Moraleja: no se debe negar con nuestros actos, lo que expresamos con las palabras.
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