El Maestro paseaba por la orilla de un río en compañía de algunos de sus discípulos.
"Fijaos", dijo, "cómo los peces brincan constantemente allá donde les apetece. Así es como de verdad se divierten".
Un extraño, que oyó por casualidad estas palabras, dijo: "Y cómo sabes tú qué es lo que les divierte a los peces si no eres un pez?"
Los discípulos se quedaron boquiabiertos, porque aquello les pareció una auténtica insolencia. El Maestro, sin embargo, sonrió ante lo que, para él, era producto de un audaz espíritu de indagación.
"Y tú, amigo", replicó afablemente, "¿cómo sabes que yo no soy un pez si tú no eres yo?"
Los discípulos estallaron en carcajadas, pensando que le había dado su merecido. Tan sólo el extraño quedó impresionado por la profundidad de la réplica.
Se pasó el día pensando en ello y, por fin, fue al monasterio a decirle al Maestro: "Tal vez no seas tan diferente de los peces como yo creía... O quizá no sea yo tan diferente de ti".
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