"Os equivocáis, Excelencia", dijo el discípulo. "Lo cierto es que en este preciso momento salíamos de viaje; ahora bien, si hubiéramos sabido que veníais, nos habríamos tomado aún mayores molestias para daros la bienvenida".
El Maestro no dijo una palabra. Hacia el anochecer, sin embargo, le dijo a su discípulo: "¿Por qué tuviste que decirle que no habíamos salido a recibirle? ¿No viste lo ridículo que se sintió?"
"Pero, si no le hubiéramos dicho la verdad, ¿no habríamos sido culpables de haberle engañado?"
"No le habríamos engañado en absoluto", replicó el Maestro. "Se habría engañado él a sí mismo".
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