El Maestro exigía seriedad y resolución a quienes pretendían ser sus discípulos.
Sin embargo, reprendía a éstos cuando se excedían en sus esfuerzos espirituales. Lo que él proponía era una seriedad alegre o una alegría seria, como la de un deportista cuando compite o la de un actor representando su papel.
Y mucha, muchísima paciencia. "Las flores maduradas antes de tiempo no tienen fragancia", solía decir. "El fruto sazonado con apresuramiento pierde su sabor".
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