Eran
cerca de las doce del mediodía, el sol brillaba en lo alto haciendo
placentero ese fin de semana de primavera. Nos encontrábamos en las
playas del sur de Miramar, cerca de Mar Azul. Hacía dos horas que
veníamos pescando en la orilla mientras mateábamos y hablábamos cosas de
la vida con mi viejo. Ese domingo nos habíamos escapado los dos solos
para salir a pescar un rato. Fuimos a ese lugar para aprovechar un rato
de tranquilidad y descansar un
poco de la agitación de la semana. Por suerte la pesca era buena y nos
habíamos traído una pequeña parrilla para tirar algún pescado en ella.
Mientras descansábamos un poco de la pesca asamos unos peces.
Estábamos
terminando nuestro almuerzo cuando vimos a un vagabundo pasar cerca de
nosotros. Se veía un poco desorientado, como vagando sin rumbo ni futuro
alguno. Le pregunte a mi padre si le parecía bien que lo invitase con
un poco de pescado y aceptó. Mientras continuábamos con el almuerzo
observaba a este hombre comer su comida. Percataba algo en él, como si
no fuese un vagabundo porque si. La curiosidad hizo que se escapara una
pregunta de mi boca, y para romper el hielo pregunté:
-¿Está rico el almuerzo?
-Claro que si –respondió rápidamente aún con su comida en la boca.
-El es Jorge, mi padre. Yo me llamo Martín.
-Soy Santiago, un gusto.
-¿Y qué es lo que hace durante el día?
Formulé esa pregunta con una sensación de estar metiendo la pata, para mi sorpresa el hombre respondió:
-Ando
por las calles mendigando. Solía estar siempre en Mar del Plata pero me
vine acá a Miramar. En esta ciudad tengo un alberge en donde pasar la
noche. De vez en cuando consigo alguna changa que me deja algunos pesos.
-Disculpe la pregunta si le molesta pero, ¿siempre su vida fue así?
Mi padre hizo una pausa por un momento mientras comía, creo que no le gustó mi pregunta.
-No siempre –contestó amablemente aquel hombre- aunque ustedes no lo crean no tengo memoria.
-¿Tiene problemas para recordar cosas?- preguntó mi viejo animándose a hablar
-No
de ese tipo de memoria –aclaró el vagabundo mirándole a los ojos- sino
que no recuerdo nada desde hace seis meses hacia atrás. ¿Entiende? De
toda mi vida sólo recuerdo seis meses. Anterior a eso ningún recuerdo.
-Pero no sabe que le pasó, por qué perdió la memoria.-dije intentando indagar en la vida de aquel desafortunado.
-Lo
máximo que recuerdo es que amanecí tirado en un baldío por el autódromo
de Mar del Plata con un fuerte dolor de cabeza, mareos y varios dolores
en el cuerpo. Me di cuenta que tenía un gran tajo en la cabeza y
raspones por el cuerpo. Pero tenía gazas y vendajes, como si me hubiesen
curado en algún momento. Después de eso, a veces pareciera pasar por mi
cabeza unas imágenes difusas. En una de ellas aparecen dos caras, la de
un hombre y la de una mujer. Luego veo un chalet grande.
-¿Cree que pueden ser recuerdos? –preguntó mi padre
-Sí,
lo son. Hace poco vi ese chalet en el barrio de los troncos, en Mar del
Plata. Me quedé parado, duro ante él. Estaba por ir a tocar el timbre
cuando un hombre, que salió de la nada, se me acercó y me amenazó a que
no vuelva a ese lugar o me mataría.
-¿Así te lo dijo? Pregunté sorprendido
-Eso me dijo y como nadie le cree a un vagabundo no hice ninguna denuncia no tampoco me acerqué mas a ese lugar.
-¿No probó ningún medio para poder recuperar su memoria? En mi interior me parecía desesperante no recordar nada de nada.
-Me dijeron de algunos medicamentos que pueden ayudar un poco.
-¿En el hospital no se lo dan?
-En esos lugares atienden cosas más importantes.
-¿Por qué no va a hacerse ver por un médico? Tal vez pueda ayudarle con las drogas.
Hubo
un momento de silencio. Yo miraba un poco nervioso a mi padre y a aquel
hombre. Tal vez todo era un cuento pero podría ser cierto.¿Cuánto
saldrían esos remedios?
-Mire
–dijo mi padre interrumpiendo aquel silencio sepulcral- yo tengo un
conocido que es médico, tal vez pueda charlar con usted.
-Me parece bien –respondió aquel hombre- la semana que viene estaré en Mar del Plata.
-Te dejo mi teléfono, me llamas y te digo en donde encontrarnos
Aquel
almuerzo finalizó, el vagabundo siguió su camino y nosotros volvimos a
nuestras casas. Luego de una semana hubo noticias de aquel hombre. Se
hallaba en un albergue esperando a que funcione nuestra ayuda. Por
suerte ese médico que mi viejo conocía lo atendió muy bien. Gracias a
sus contactos logró conseguirle a aquel hombre algunas drogas. Cada tres
días yo visitaba su lugar de estadía para llevarle algunas frutas y
verduras cocidas. Debía llevar una dieta lo más precisa posible para
ayudarle a resolver su problema. A
veces iba solo, otras con mi viejo o mi pareja. Nos quedábamos un rato
charlando y viendo que aquel hombre estuviese bien. Le llevábamos ropa,
calzado y productos para higienizarse. Cada tanto él hacía
algunas de sus changas para tener algo de dinero. Luego de verlo casi
durante un mes desapareció, las últimas veces que lo había visto se lo
veía raro pero no nos contaba nada. Nadie sabía de su paradero. Creímos
que tal vez ese hombre se aprovechó de nosotros por un tiempo, más allá
de que era cierto lo de su pérdida de memoria. Al menos intentamos ayudarlo.
Ya
habían pasado dos meses y medio casi desde que el hombre se esfumó. Era
año nuevo y decidimos con toda la familia salir a pasear por Santa
Clara. Como no podía faltar, llevamos las cañas para pasar un poco el
tiempo. Estábamos todos juntos
tomando unos mates mientras pescábamos y charlábamos cuando vimos venir a
un hombre hacia nosotros. Estaba bien vestido, parecía una persona de
clase media. De manera titubeante como dudando un poco nos habló:
-¿Por casualidad ustedes no son Jorge y Martín?
-Si…-contestamos intentando recordar quién era. Le veía cara conocida pero no lo podía ubicar en mi mente.
- Les pido mil disculpas por haber desaparecido de esa forma mientras me ayudaban.
¡Ahora
sí! Era Santiago solo que no llevaba ropas viejas, ni esa barba crecida
ni el pelo desordenado. Con esos lentes de sol y vestido con bermuda y
remera no le conocimos
-Se borró sin avisarnos –dijo como retándolo mi padre.
-Es verdad, pero cuando les cuente todo no lo van a creer.
Enseguida lo invitamos a nuestro círculo para que empezase a contarnos todo.
-Somos todos oídos-la ansiedad me podía-
-
Gracias a ustedes, poco a poco iba recuperando la memoria. Me quedaba
noches enteras desvelado analizando mis nuevos recuerdos. A veces tenía
miedo de que fuese todo un invento de mi imaginación. Cada vez iba
recordando más y más. Creí
haber recuperado toda la memoria y decidí salir a comprobar mis
recuerdos. No quería que cargasen con mis problemas, demasiado habían
hecho ya por mí. Por ese motivo
me fui sin decir nada. Aprovechando unos pesos que tenía me arreglé un
poco y fui a la casa de un amigo, según lo que recordaba. Y era cierto,
esa persona era mi amigo y me recordaba. Me invitó a pasar y me empezó a
contar todo lo que él sabía.
En
mis sospechas, me parecía saber que yo era abogado. Esto fue confirmado
por mi amigo. También tenía un socio con el cual trabajábamos en un
estudio jurídico. Yo descubrí que mi este andaba en algo raro y me puse a
investigarlo. Mi amigo me contó que mi socio me hizo pasar por muerto.
Si, el muy desgraciado me hizo pasar por muerto, fue algo espantoso.
Aprovechando que había perdido completamente la memoria me tiró por ahí.
Mientras hablaba esto con Raúl, este amigo mío, el lloraba. No podía
creer que estuviese vivo. Toda mi familia me creía muerto. Ahí me di
cuenta que el perder la memoria me había salvado la vida. Si hubiese
recordado algo, me mataba. De hecho, ese palazo que me dio en la cabeza
fue con esta intención. Tuvo que inventar toda una historia y una serie
de pruebas falsas para encubrir su crimen. En el hospital fabricó me
fabricó una muerte falsa a base de sobornos y amenazas. No se hizo
velatorio, me mandaron a quemar para luego tirar mis cenizas al mar. En
ese momento recobré la conciencia sin saber quién era. Antes de que
salga todo al descubierto, me raptó y me dejó abandonado. Con mi cara
desfigurada y media cabeza partida creyó que no sobreviviría. Pero no me
morí y gracias a los cirujanos plásticos pude recuperar bastante mi
cara.
Ese
chalet que recordaba es mi casa y esos rostros eran el de mi mujer y el
de mi socio. No se dan una idea del lío que se armó. Mi mujer creyó que
era un fantasma, entró en un estado de shock terrible. Por suerte pude
armarme bien de recursos y
cuando me presenté a mi estudio jurídico, fuí con la policía detrás de
mí. ¡Si le hubieran visto la cara a mi socio! Parecía que hubiera visto
un fantasma. Ahora todo está en un proceso penal, mi socio está en
prisión preventiva mientras se espera el fallo del juez. Por suerte pude
recuperar toda mi fortuna, mi casa y lo principal de todo a mi familia.
Hace un de semanas que todo es
normal por así decirlo. El daño que hizo esta persona fue enorme. Hace
unos días descubrí que andaba en un negocio de drogas y que se había
endeudado con uno de los capos de la mafia. Entonces quiso matarme para
quedarse con mi fortuna y así salvar su pellejo. No pudo tocar mi casa,
pero si mis cuentas bancarias. Gracias a unos ahorros y el trabajo de mi
mujer mi familia se mantuvo. Ahora todo lo que él me robó volvió a mis
manos otra vez y él se pudrirá en la cárcel.
Seis
meses vagando por las calles sin saber quién era. Ustedes no saben las
noches que he llorado ante la impotencia de no recordar nada. Ese
desgraciado me tiró en un baldío como si fuese un perro y fue el mismo
quien me amenazó en la propia puerta de mi casa. Pero gracias a ustedes
he vuelto a ser quien era, pero ahora una persona mucho mejor.
Los
cuatros nos quedamos en silencio, no podíamos creer la historia de
aquel hombre. Parecía salido de un libro de ciencia ficción, pero era
cierto. Nos quedamos charlando un buen rato. A partir de ese día volvimos a vernos varias veces. Ahora él nos ayudo en un par de cuestiones. Pero más allá de todo eso, tres familias se hicieron amigas íntimas.
Carlos Alberto Tirado