En un río cristalino vivía un grupo de libélulas, a las orillas de
una pequeña poza. Sus alas eran transparentes, pero teñidas de un
intenso tono azul.
Danzaban todo el día entre los carrizos y las mimbreras que bordeaban el río. A veces también se posaban en alguna roca que sobresalía de las aguas, desafiando al tumultuoso correr del agua, como si fueran las capitanas de un velero rocoso.
Cuando alguna persona iba al río a pescar o a bañarse siempre admiraba la delicada belleza de las libélulas, por eso ellas se sentían muy ufanas y orgullosas de sus coloridas alas.
En aquella poza vivían también otros seres, más pequeños y menos vistosos que las libélulas. Eran los zapateros. Ellos eran de color negro y además no podían volar como las graciosas libélulas. Por eso a nadie llamaban la atención. A veces algunos niños se divertían tirándoles piedras para ver como los pobres zapateros huían asustados.
Danzaban todo el día entre los carrizos y las mimbreras que bordeaban el río. A veces también se posaban en alguna roca que sobresalía de las aguas, desafiando al tumultuoso correr del agua, como si fueran las capitanas de un velero rocoso.
Cuando alguna persona iba al río a pescar o a bañarse siempre admiraba la delicada belleza de las libélulas, por eso ellas se sentían muy ufanas y orgullosas de sus coloridas alas.
En aquella poza vivían también otros seres, más pequeños y menos vistosos que las libélulas. Eran los zapateros. Ellos eran de color negro y además no podían volar como las graciosas libélulas. Por eso a nadie llamaban la atención. A veces algunos niños se divertían tirándoles piedras para ver como los pobres zapateros huían asustados.
Aquella fresca mañana de verano una joven libélula volaba de una hoja
de espadaña a otra. Entonces se dio cuenta de que un zapatero, que se
había quedado enredado en una planta de agua, intentaba sin éxito soltar
sus patas.
La libélula comenzó a reír al ver el apuro del zapatero y con burla le dijo:
- ¡Za-pa-tee-ro!, ¿por qué no vuelas y sales de ese en-ree-do?.
El zapatero la miró con asombro:
- Sabes que no puedo volar, yo no tengo alas como tú.
- Es verdad, eres sólo un pobre zapatero que se pasa el día entero panza abajo en el agua, corre que te corre por toda la poza.
La libélula comenzó a reír al ver el apuro del zapatero y con burla le dijo:
- ¡Za-pa-tee-ro!, ¿por qué no vuelas y sales de ese en-ree-do?.
El zapatero la miró con asombro:
- Sabes que no puedo volar, yo no tengo alas como tú.
- Es verdad, eres sólo un pobre zapatero que se pasa el día entero panza abajo en el agua, corre que te corre por toda la poza.
- Tú eres preciosa, ya lo sé. Vuelas sin cesar de un lado para otro, pero no puedes ver lo que yo veo en el fondo de la poza.
La libélula se quedó asombrada y molesta al oír lo que el zapatero le estaba diciendo:
- ¿Qué…que…que… que es eso de que yo no puedo ver… “no se que cosa”? Yo puedo ver muy bien tontorrón, feo y negro zapatero.
- Está bien princesa. Si tú puedes ver tan bien, no necesitas que yo te cuente nada de lo que veo en el agua de la poza.
El zapatero calló y siguió intentando desenredar sus patas de aquella planta de agua.
La libélula se quedó pensativa y moviéndose inquieta de rama en rama. Quería irse rápido de allí pero no podía dejar de mirar al zapatero y recordar sus palabras.
¿Qué era lo que este feo insecto podía ver, boca abajo en el agua, que ella no viera en sus alegres vuelos?
La libélula se quedó asombrada y molesta al oír lo que el zapatero le estaba diciendo:
- ¿Qué…que…que… que es eso de que yo no puedo ver… “no se que cosa”? Yo puedo ver muy bien tontorrón, feo y negro zapatero.
- Está bien princesa. Si tú puedes ver tan bien, no necesitas que yo te cuente nada de lo que veo en el agua de la poza.
El zapatero calló y siguió intentando desenredar sus patas de aquella planta de agua.
La libélula se quedó pensativa y moviéndose inquieta de rama en rama. Quería irse rápido de allí pero no podía dejar de mirar al zapatero y recordar sus palabras.
¿Qué era lo que este feo insecto podía ver, boca abajo en el agua, que ella no viera en sus alegres vuelos?
Entonces sucedió algo inesperado. Un gran sapo saltó sobre la hoja de
espadaña en la que la libélula estaba posada y esta cayó a la poza. Sus
delicadas alas se empaparon en el agua y, aunque lo intentaba, no podía
emprender de nuevo el vuelo.
La libélula iba a morir ahogada y en ese último instante vio lo que había en el fondo del agua. Los rayos del sol, al atravesar el agua, dejaban en ésta destellos multicolores. Podía ver en el fondo pequeños pececillos, bonitas plantas acuáticas meciéndose con la suave corriente y piedrecillas de todos los colores, avivados por los destellos del sol.
El zapatero había presenciado el rápido salto del sapo y la caída al agua de la libélula. Quería salvarla de una muerte segura e hizo un último y desesperado intento por zafarse de aquellas hierbas que lo retenían.
El viento lo ayudó pues, en el momento en que el zapatero tiraba de sus patas, una ráfaga movió las plantas y el insecto pudo soltarse. Con rapidez fue hacia la libélula y poniéndose debajo de ella comenzó a avanzar hacia la orilla, llevándola con gran esfuerzo sobre él. Al llegar a la orilla la dejó en una hoja que caía sobre el agua. La libélula estaba viva y poco a poco fue recuperándose a medida que sus alas se iban secando.
La libélula iba a morir ahogada y en ese último instante vio lo que había en el fondo del agua. Los rayos del sol, al atravesar el agua, dejaban en ésta destellos multicolores. Podía ver en el fondo pequeños pececillos, bonitas plantas acuáticas meciéndose con la suave corriente y piedrecillas de todos los colores, avivados por los destellos del sol.
El zapatero había presenciado el rápido salto del sapo y la caída al agua de la libélula. Quería salvarla de una muerte segura e hizo un último y desesperado intento por zafarse de aquellas hierbas que lo retenían.
El viento lo ayudó pues, en el momento en que el zapatero tiraba de sus patas, una ráfaga movió las plantas y el insecto pudo soltarse. Con rapidez fue hacia la libélula y poniéndose debajo de ella comenzó a avanzar hacia la orilla, llevándola con gran esfuerzo sobre él. Al llegar a la orilla la dejó en una hoja que caía sobre el agua. La libélula estaba viva y poco a poco fue recuperándose a medida que sus alas se iban secando.
Cuando pudo ponerse de nuevo sobre sus patas miró al zapatero avergonzada.
- Me has salvado la vida, a pesar de que yo no te ayudé cuando estabas en apuros y me reí de ti porque no podías volar.
- Es verdad, contestó el zapatero, pero me alegro de haberte salvado. Dime ¿viste algo cuando estabas en el agua boca abajo?
- Sí, vi lo que en mi rápido vuelo nunca puedo ver: los pececillos y renacuajos, las plantas acuáticas y las piedras de colores. Es maravilloso lo que ves desde tu lugar en la poza. Si quieres podemos ser amigos y yo podría contarte lo que veo en mis vuelos alrededor de la poza y el río.
El zapatero estuvo encantado de ser amigo de la libélula. Juntos compartieron buenos momentos alrededor de la poza. El zapatero le hablaba del murmullo del agua, de los seres que viven dentro de la poza y de las ondas de colores que se forman cuando el sol se refleja en el agua. La libélula le contaba sobre los pajarillos que se acercaban volando a la ribera del río, de las mariposas multicolores y de las flores que había entre las hierbas.
- Me has salvado la vida, a pesar de que yo no te ayudé cuando estabas en apuros y me reí de ti porque no podías volar.
- Es verdad, contestó el zapatero, pero me alegro de haberte salvado. Dime ¿viste algo cuando estabas en el agua boca abajo?
- Sí, vi lo que en mi rápido vuelo nunca puedo ver: los pececillos y renacuajos, las plantas acuáticas y las piedras de colores. Es maravilloso lo que ves desde tu lugar en la poza. Si quieres podemos ser amigos y yo podría contarte lo que veo en mis vuelos alrededor de la poza y el río.
El zapatero estuvo encantado de ser amigo de la libélula. Juntos compartieron buenos momentos alrededor de la poza. El zapatero le hablaba del murmullo del agua, de los seres que viven dentro de la poza y de las ondas de colores que se forman cuando el sol se refleja en el agua. La libélula le contaba sobre los pajarillos que se acercaban volando a la ribera del río, de las mariposas multicolores y de las flores que había entre las hierbas.
Y la libélula nunca más volvió a reírse del zapatero.
María Jezabel Pastor
No hay comentarios:
Publicar un comentario