Había
una vez un grupo de gatos que habitaban en un pueblo, andaban
deambulando hambrientos por los tejados. Hacía varios días que no
probaban un bocado de comida. En el pueblo nadie los quería porque
decían que no servían ni para atrapar una rata. Debajo de las calles en
las alcantarillas existían enormes colonias de ratones, los cuales
parecían imposibles de combatir, ni todos los gatos del pueblo podían
con ellas.
Lanchón, el jefe, había diseñado excelentes sistemas de seguridad, de escape de
obtención de alimentos. Por esa razón se multiplicaban aún más. Cada
día que pasaba la situación era peor, hasta que un día un gato salvaje y
viejo llegó al pueblo. Al poco tiempo se enteró de toda la situación.
-Jajaja! –Empezó a reír a carcajadas- ¿No pueden con un puñado de ratoncitos?
-Pues que propones “gato experimentado”? –dijeron enojados los gatos.
-Tengo un plan maestro que no puede fallar…
Esa
noche estuvo tranquila, no se vio ningún gato en todo el pueblo. A la
mañana siguiente, el gato viejo fue a dar un recorrido por las
alcantarillas con una buena horma de queso Sardo. Los ratones
desconfiados lo miraban desde sus escondites.
-Es que no hay nadie aquí? –gritó el gato- ¡vengo a hacer una tregua con ustedes!, aquí les
traigo una horma de queso sardo.
Pasaron
unos instantes hasta que a los lejos apareció Lanchón. Todos los
ratones miraban con temor la situación. Lentamente Lanchón se acercó al
gato empezaron a hablar. En ese mismo día se firmó un acuerdo de amistad y paz entre gatos y ratones.
Los
días pasaron, los pobladores estaban mas enojados que nunca, pues ahora
los gatos robaban comida no solo para ellos, sino que también robaban
para los ratones. Luego de unas semanas todos los ratones del pueblo se
habían amigado con los gatos. Estos aprovecharon a conocer todos sus
secretos, pasadizos, vías de escape y su organización. Cuando vieron que
estaba todo listo, decidieron invitar a todos los ratones a una fiesta.
El lugar era un sector de la alcantarilla bien amplio que constaba con
una sola salida y una sola entrada. En el centro, un espacio muy amplio
para todos. Los gatos trajeron todo tipo de manjar para los ratones.
-La verdad que ustedes son unos amigos geniales!- gritó Lanchón- ¡un Urraaaa para los gatos!
-Urraaaaa! –gritaron todos los ratones felices y confiados.
Cuando
la fiesta estaba en su mejor momento el gato viejo dio la orden. Un
grupo de gatos tapó la entrada y otro la salida para que ningún ratón
escapase mientras que el resto de los gatos se abalanzó sobre los
ratones. No quedó un ratón en el pueblo.
Esa noche fue un banquete para los gato y una excelente noticia para los pobladores.
“Fíjate bien de quién amigo eres, no valla a ser que te encuentres con lo que menos esperes”
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