El Maestro le dijo: "Si temes al propietario del gran almacén, acabarás odiándolo. Y el odio significaría tu ruina".
"¿Qué debo hacer, pues?", preguntó el desesperado tendero.
"Sal todas las mañanas a la puerta de tu tienda y bendícela, deseando su prosperidad. Luego vuélvete hacia el gran almacén y bendícelo también".
"¿Qué dices? ¿Bendecir al que me hace la competencia y va a destruirme?"
"Cada una de tus bendiciones sobre él redundará en beneficio tuyo. Y cada mal que le desees servirá para destruirte".
Al cabo de seis meses regresó el tendero para contarle que, como se temía, había tenido que cerrar su tienda, pero que ahora estaba al frente del gran almacén y que las cosas le iban mejor que nunca.
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