El Maestro solía afirmar con frecuencia que la santidad no era tanto cuestión de lo que uno hacía cuanto de lo que uno permitía que sucediera.
Y a un grupo de discípulos a quienes les resultaba difícil comprenderlo les contó la siguiente historia:
"Érase una vez un dragón que tenía una sola pierna y le dijo al ciempiés: ´¿Cómo te las arreglas para manejar todas esas piernas? Yo me las veo y me las deseo para manejar una sola´.
´Si te soy sincero´, dijo el ciempiés, ´la verdad es que yo no las manejo en absoluto´".
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