Durante la
dinastía Zhou, la ciudad de Dingzhou
fue sitiada por los tártaros, rodeada por varias filas de soldados. Sun Yangao, jefe de los
magistrados de Dingzhou, al saber la noticia del
sitio, no se atrevió ya a volver a la casa gubernamental. Se encerró en la
suya, hizo cerrar con candado la puerta y ordenó que le pasaran por una pequeña
ventanilla los documentos oficiales que requerían su parecer. Cuando supo que
los bárbaros tomaban por asalto la muralla que rodeaba la ciudad, Sun Yangao hizo que lo encerraran
en un armario.
- Guarden bien la llave – recomendó a
sus sirvientes – y si esos bandidos se la piden, ¡en ningún caso se la den!
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