Un artista muy
conocido pintó un cuadro sobre seda, titulado: «Combate de Búfalos».
Esta pintura llenó a todos de
admiración.
- ¡Fíjense! – decían –, ¡qué vitalidad
tienen esos búfalos! Se diría que están vivos.
Muy satisfecho de su obra, el pintor
hizo montar su pintura sobre un fondo de brocado enrollado y con un adorno de
jade. La enrolló y la guardó en un cofre de cedro. Sólo la sacaba para hacerla
admirar por entendidos.
En un día de verano, temiendo que los
gusanos atacaran la seda de su pintura, la expuso al sol en su jardín.
Un pequeño cuidador de vacas la vio, y
quedándose inmóvil ante la imagen la examinó sonriendo.
- ¿Te interesas por la pintura, chico?
– lo interrogó el pintor –. Ves, los dos búfalos están peleando, ¿están
parecidos en el cuadro?
- Los búfalos están bastante parecidos
– dijo el niño.
- ¿Acaso encuentras algo que no se
parezca?
- Cuando los búfalos pelean – dijo el
niño – ponen todas sus fuerzas en los cuernos y aprietan la cola entre las
piernas; aquí, las balancean. ¡Nunca he visto búfalos peleando así!
El gran pintor no supo qué
contestarle.
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