Cuando la familia
de Fan cayó en decadencia, un hombre vio en su casa una campana y quiso
robarla. Era demasiado grande para transportarla en hombros, y cuando trató de
quebrarla con un martillo fue tal el estrépito que temió que otros oyeran y se
la quitaran. Rápidamente se tapó los oídos.
Tenía razón en preocuparse de que
otros oyeran el ruido; pero era estúpido tapar sus propios oídos.
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