Una muchacha de
uno de los talleres de la ribera era tan pobre que no podía comprar aceite para
la lámpara; por eso las otras muchachas decidieron expulsarla. Cuando la
infeliz se iba, dijo a las demás:
- Porque no tenía posibilidad de pagar
la luz, siempre llegaba la primera y barría y arreglaba los asientos. Vuestra
luz ilumina las cuatro paredes, ¿por qué no queréis que yo la comparta? A
vosotras no os perjudica prestarme vuestra luz; en cambio yo os soy útil. ¿Por
qué me arrojáis de aquí?
Dándose cuenta de la verdad que había
en sus palabras, le permitieron quedarse.
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