Hubo en otro
tiempo en el Reino de Song, un tal señor Ding que no tenía pozo. Cada día, un hombre de la servidumbre
dedicaba todo su tiempo para asegurarle el servicio del agua, pues debía ir a
buscarla muy lejos. Para simplificar el trabajo, Ding
hizo cavar un pozo en el patio.
- Al hacer cavar ese pozo en mi patio,
me he ganado un hombre – le dijo a un amigo.
Este amigo se lo contó a otro, y,
pasando de boca en boca, la observación se convirtió en esto:
«El Señor Ding,
al cavar un pozo en su patio, encontró a un hombre.»
Estas palabras se divulgaron a través
de toda la región y llegaron a oídos del rey, quien hizo llamar a Ding para saber de qué manera había encontrado a un hombre
en el fondo de su pozo.
Ding le
explicó:
- Ese pozo cavado en mi patio, me
evitó el tener que acarrear el agua desde tan lejos y por lo tanto me
proporcionó dos brazos más para los trabajos de casa, ¡eso es todo!
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